Almudena Grandes. Los pacientes del doctor García. Entrevista.
Almudena Grandes nos recibe en la recepción del hotel donde se aloja en este viaje relámpago a Valencia. Un lujo que comparto con dos amigas: Arantxa Carceller, directora de Los ojos de Hipatia y autora de las fotos que ilustran la entrevista, y su socia, Isabel Genovés. Así, en una tarde lluviosa, comenzamos un encuentro más corto de lo que nos gustaría, aunque fructífero. Solo hay que leer la entrevista para saberlo.
Almudena Grandes: «La estructura tiene un valor expresivo fundamental porque es la válvula que regula la intriga»
© Arantxa Carceller
Esta es la cuarta entrevista que le hago a Almudena Grandes, la primera que publico aquí. Una maravilla, sobre todo, porque siempre te cuenta las cosas sin reservas ni filtros, tal y como las siente.
Los pacientes del doctor García es la cuarta novela de una serie de seis llamada Episodios de una guerra interminable. Cada una aborda circunstancias, rebeliones o hechos desconocidos que tienen como denominador común ser historias heroicas de resistencia y lucha. Y que cualquiera de ellas podría haber acabado con el franquismo.
Los pacientes del doctor García cuenta cómo se gestó y fortaleció en Madrid una red de evasión de criminales de guerra. En torno a ella, se acumulan diferentes tramas que viajan por Estonia, Leningrado, Londres, Ginebra o Argentina. Una novela coral en la que héroes y villanos muestran lo peor y lo más grande de la humanidad.
En esta entrevista, Almudena Grandes nos cuenta cómo ha construido esta novela, cuál fue su origen y a partir de qué momento comenzó a pensar en hacerla realidad. No te pierdas qué significa para ella una buena estructura o cómo crea a sus personajes. En estas respuestas están muchas de las claves que han hecho de Almudena Grandes lo que es hoy para la literatura contemporánea.
¿Qué cuenta Los pacientes del doctor García?
Es una novela sobre la historia de España, pero es verdad que esta vez la peripecia de los personajes desborda el territorio nacional. Y como, efectivamente, la trama está inspirada en la red Stauffer, aquí no se trata solo de una historia sobre la Guerra Civil, sino también de la Guerra Mundial. Esto pasaba en Inés y la alegría, pero Toulouse estaba más cerca de los Pirineos. Aquí la trama se va mucho más lejos, llega hasta el norte de Estonia o al frente de Leningrado.
¿Cómo surge la idea de escribirla?
Clara Stauffer es el motor de esta novela. Yo siempre escribo a partir de una imagen y, en este caso, fue una foto de Clara Stauffer con un trofeo que ganó en la laguna de Peñalara en 1931. Ella es un regalo para cualquier novelista porque es un personaje lleno de luces, sombras y contradicciones. Un personaje muy rico.
Ella apareció en los periódicos en bañador, en esa foto que yo vi (porque ganó la travesía a nado de la laguna, con un tiempo tan bueno que fue portada del ABC). Sin embargo,lo primero que hizo, nada más ganar la guerra Franco, fue ponerle pololos a las niñas para que no se les vieran las bragas cuando hacían gimnasia en el colegio. Ella y Pilar Primo de Rivera, en cuanto pudieron, le prohibieron a todas las mujeres españolas las condiciones que a ellas las habían convertido en lo que eran.
Además, también me impresionó mucho que Clara trabajaba para el mal, porque los criminales de guerra nazis son la encarnación del mal en la tierra. Pero trabajó para sus camaradas de una manera que si hubiera ayudado a cualquier otro tipo de gente, se hubiera convertido en una heroína. Porque era una mujer tremendamente abnegada, sacrificada y generosa. Se gastó todo su dinero en mantener esta red. Tenía una relación casi maternal con sus refugiados, que eran asesinos e incluso genocidas. Ese contraste me impresionó mucho.
«Mis héroes tienen miedo, dudan y se equivocan»
Siempre he pensado que un malo para ser malo de verdad tiene que tener luces, porque un malo completamente malo, no asusta a nadie. Es una caricatura. Todos los seres humanos tenemos luces y sombras. De la misma manera, yo solo puedo admirar a los héroes que tienen miedo y dudan, por eso mis héroes tienen miedo, dudan y se equivocan. Creo que los malos, verdaderamente malos, son aquellos capaces de querer a los demás y tener debilidades. Y Clara Stauffer esas debilidades las traía puestas por eso era un regalo para cualquier escritor.
¿Cómo te organizas para conseguir que en la novela se mezcle ensayo, narrativa, distintos hilos temporales, varias tramas, muchos personajes… y se siga leyendo fluidamente?
Tengo un sistema ideal para mí, lo que no quiere decir que sea bueno para todos. Cada escritor debe encontrar su propio sistema.
En este caso, cuando yo descubro a Clara y decido investigar, lo primero que pienso es en qué clase de ficción puedo construir en torno a ella. Después, empiezo un cuaderno donde escribo a mano durante meses. Me cuento el argumento del libro y fabrico los personajes. Luego, hago desarrollos parciales, sectoriales, del argumento principal y, al final del todo, trabajo la estructura.
A mí la estructura me parece un aspecto fundamental de la novela. Sé que no se le presta demasiada importancia, los críticos literarios no suelen hablar nunca de la estructura de los libros, pero según mi perspectiva es algo esencial. Es como una casa. Una casa fea y bien construida, tiene arreglo y una muy bonita mal construida se cae y se acaba la novela.
Yo creo que, además, la estructura tiene un valor expresivo fundamental porque es la válvula que regula la intriga, la que permite que el escritor decida cuándo el lector sabe más que los personajes, cuando los personajes saben más que el lector, cuando unos personajes saben más que otros. Así que hasta que no tengo una lista de capítulos con lo que voy a contar en cada uno, no me pongo a escribir.
¿Cómo unes las piezas de no ficción?
Esta vez, tomé una decisión distinta a la que había tomado otras veces respecto a las partes de no ficción. Decidí picarla e introducirla en dosis pequeñitas. En piezas escritas en presente histórico. Es una historia muy extensa que sucede en muchos frentes a la vez. En esta novela, no solo hay una historia desconocida, hay varias. La principal es la trama Stauffer, pero también está el hecho de que España fuera una víctima de la Guerra Fría. Que es un poco la conclusión de la novela. También las implicaciones morales de todo eso. Había que establecer un hilo conductor que vinculara unas historias con otras. De manera que hay once piezas de no ficción que cuentan hechos reales.
En Los pacientes del doctor García también hay homenajes…
Este tipo de novelas permite ajustar cuentas y hacer homenajes. En esta hay dos, uno a Henry Norman Bethune; y otro, a mis niños del 46, de la FUE (Federación Universitaria Escolar), que se jugaron la vida para que nadie lo sepa nunca jamás. Son historias muy desconocidas que en cualquier otro país serían conocidas y se leerían en los institutos, pero aquí como pasa lo que pasa, pues ya está.
En el libro, mezclas personajes históricos con otros de ficción. Además de Clara, desfilan por la novela Negrín, Azcárate y muchos más.
Sí, aunque en esta novela los protagonistas de verdad son de ficción y hay tres (Manolo, Guillermo y Adrián). Cuando planeé escribirla me di cuenta de que iba a ser una novela muy masculina, forzosamente. Cuando escribes ficción basada en hechos reales es necesario un compromiso muy delicado entre la libertad y la lealtad. La libertad del creador, porque tengo que tenerla para inventarme un mundo y hacer lo que quiera con él. Y lealtad, porque si me estoy nutriendo de un hecho histórico real, estoy obligada, me parece a mí, a respetar la verdad histórica. Y digo lealtad y no fidelidad, porque si a mí me interesa que el 7 de octubre del 47 llueva, va a llover y me da igual que ese día no lloviera, pero lo que no puedo hacer es fallar a la verosimilitud.
La diferencia entre la historia y una novela, es que la norma de la historia es la verdad. Un historiador tiene que contar historias que son verdad, aunque parezcan mentira. En cambio, un novelista lo que hace es inventarse de cabo a rabo una historia que es mentira, pero que tiene que parecer verdad.
Entonces, si yo me apropio de Negrín y me apropio de Clara y los meto en una situación que me he inventado yo, le dedico mucho tiempo y pongo mucho cuidado en no manipularlos. En no hacer que digan cosas que no habrían dicho y en no hacer cosas que no habrían hecho. Para ser leal con los buenos y con los malos. Con los que admiro y con los que detesto.
Te gustan los capítulos cero.
Sí, como decía, soy una maniática de la estructura de los libros. En mis libros todas las partes tienen el mismo número de capítulos. Todos los capítulos tienen el mismo número de páginas. Yo siempre he dicho que si la estructura de una novela fuera aritmética, tendría que dar una suma de 0 ó 100. Nunca 73,9. De manera que, como en Los aires difíciles o aquí, si hay una información que sitúa al lector frente a lo que va a leer, pero no encaja aritméticamente con ninguna de las partes, hago un capítulo cero, que a veces es de no ficción. Es como los antes y después que me gustan tanto. También son como partes cero. Tiene que ver con mi obsesión por la estructura que llega a ser un poco neurótica.
¿Y qué me dices de los índices?
Soy incapaz de leer una novela sin índice. A mí, los libros sin índice me ponen de mala leche. Eso de tener que ir mirando a ver cuántos capítulos hay y a ver dónde se terminan no me gusta nada. Cuando son partes solo me parece muy bien, pero que se publiquen libros sin índice me parece que es una cosa que debería estar prohibida (risas) y, sin embargo, nadie se los lee.
Otra novedad formal son los títulos de los capítulos.
Yo nunca les había puesto título a los capítulos, les pongo título a las partes. Solo he hecho dos excepciones. En Atlas de la geografía humana que había cuatro primeras personas y pensé que a los lectores les vendría bien saber de antemano con qué persona se iban a encontrar. Y también lo he hecho en esta novela. Decidí poner una coordenada espacio-temporal en cada capítulo, para que el lector al leer el índice tuviera el mapa de la novela. Y lo que he descubierto, como decía antes, es que los lectores no leen el índice. Lo mismo ocurre con la lista de personajes que hay al final del libro, tampoco se los lee nadie.
¿Cómo son Guillermo y Manolo, los protagonistas?
A mí, lo que me gustó de esta novela desde el principio, es que Guillermo y Manolo son héroes poco convencionales, accidentales. Sobre todo, Guillermo. Lo que quiero, y esa es una enseñanza que le debo a Galdós tanto como el propio formato de los libros, es contar la historia desde abajo. Me interesa contar la historia desde la vida privada de la gente corriente.
Es curioso, porque cuando estaba escribiendo y me preguntaban sobre la novela decía que iba a ser una novela de espías. Pero estos espías no tienen un MI5 ni un MI6 ni a la CIA ni nada detrás. Al revés, son agentes de unos dirigentes que no tienen nada, ni un gobierno ni un estado, nada. Lo que hace que acaben afrontando riesgos y peligros que, a lo mejor, algunos agentes entrenados no aceptarían. Y lo hacen por el tipo de impulsos que mueve la gente: lealtad, amistad, gratitud…. ese es el motor que mueve a mis personajes. No aspiran a nada, no van a ganar nada y detrás de ellos no hay nada, nadie les va a meter dinero en una cuenta suiza. Son gente corriente.
Es una novela muy coral.
Hay muchos personajes. Por ejemplo, uno que también tiene luces y sombras es Otto Skorzeny. Él era nazi, pero no criminal de guerra. Un hecho que, para ser justa, me interesaba decir en este libro. En el que hay muchos otros nazis, más discretos, que fueron mucho peores.
Otto sí es verdad que, ideológicamente, apoyó un estado criminal y genocida. Fue un oficial de operaciones especiales, pero también era un hombre encantador que se hizo millonario después de la guerra en España. La relación de Guillermo con Otto es interesante. En la medida que Guillermo, además de ser un héroe accidental, a su pesar casi, se mete en un tinglado solo por no dejar solo a su amigo Manolo, al que le debe la vida, y Otto lo hace rico. Aunque Guillermo nunca ha buscado ser rico. Ese tipo de ambigüedades a mí me gustan mucho. Creo que los seres humanos somos capaces de lo mejor y lo peor, en función de las circunstancias.
Y en esta línea, también está el personaje de Adrián. Un ejemplo de cómo los regímenes totalitarios fueron capaces de convertir a pobre gente en monstruos. Adrián es un hombre que no es malo, tampoco es listo. Sobre todo, no es demasiado listo y se equivoca. Va tomando decisiones, todas equivocadas, a lo largo de su vida que lo llevan a un lugar donde nunca habría querido llegar. Pero cuando le dicen que dispare, dispara. Estoy convencida de que muchas de las masacres del siglo XX, y del resto de la historia, están sostenidas por personajes como Adrián. Un pobre hombre al que cuando le dicen que mate y mata.
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