Cómo editar una novela en siete pasos
Cómo editar un libro. Partamos de la base de que es imposible, alguien lo tenía que decir. Tu cabeza lo sabe todo sobre la obra, no lee, porque se pone en modo automático y va por delante de lo que pasa y así es complicado darse cuenta de cómo lo va a leer el lector y, por consiguiente, si está bien escrita. Para corregir una novela necesitarás algo de ayuda si no lo has hecho antes.
Test para editar tu propia novela
Aún teniendo en cuenta que es imposible corregir bien tu propia novela, es evidente que cuanto más pulida se la pases a las personas que tienen que hacer ese trabajo con profesionalidad, más potencial tendrá. De manera que vamos a repasar las variables en las que más errores se cometen, para que desde fuera puedas chequear tu novela y detectar posibles fallos. La corrección de libros parece sencilla, pero qué va.
Vamos allá.
¿Cómo comienza tu libro?
Cómo va a vivir el lector el inicio de tu libro. Qué impresión se llevará de lo que le estás contando. Ve a la primera página y léela. Qué imágenes aparecen en tu mente. Qué te evoca ese inicio. A veces, las preguntas más importantes son las más sencillas y aquellas que no suelen hacerse.
Si tú no puedes hacerlo, déjaselo leer a alguien que no conozcas demasiado y que sepas que es sincero (esto también es complicado, pero bueno). Solo te tiene que decir qué siente. Si fluye o se va estancando a cada paso y cómo son las imágenes que han aparecido en su mente cuando lo ha leído. Si no ha conseguido que aparezca ninguna, ya sabes…
Y esto último es lo más difícil. Ni siquiera le tienes que preguntar si le ha gustado. Tú vas a saberlo por la cara que ponga. Tienes que estar muy al quite, no porque no captes las señales, sino porque tu mente te engaña. Siempre.
Para no salir herida, interpreta lo que le da la gana. Lo vemos todo el tiempo cuando consolamos a un amigo que tiene mal de amores. En fin. Ve señales que no existen, tú lo sabes y él también, pero su mente se emperra en creerse sus propios cuentos.
Siempre que está en juego nuestra emotividad y nuestro ego, nuestra mente intenta que andemos por el camino más fácil. Está preparada para resolver graves problemas en dos milésimas de segundo y economiza mucho cuando no le conviene.
Pensará: sí, hombre, ahora me voy a poner yo a consolar a esta alma cándida y a buscar lo que tiene que hacer para mejorar, con la que tento preparada en el estómago que se acaba de comer una vaca lechera. Anda y que le den. Todo bien.
Sabiendo que vas por un campo de minas, ya has adelantado mucho. Así que analiza si tu obra debería comenzar por ahí. Debes tener en cuenta que en el inicio, le estás enseñando ese universo al lector, debe querer quedarse allí durante un tiempo.
Descarta las largas descripciones o los diálogos interminables entre personajes que aún no conoce de nada el lector. Piensa si se lee rápido, si se vislumbra todo aquello que quieres mostrar.
Al inicio del libro no solo hay que sorprender al lector, hay que gustarle. Tienes que hacerlo seleccionando hasta el límite todas las palabras que emplees en ese inicio. No debe sobrar ni una y la lectura debe fluir tanto como cuando te bebes un vaso de agua.
¿Cómo presentas a tus personajes?
¿Están haciendo algo? ¿Qué transmiten? ¿Qué muestras de ellos?
A la hora de mostrar a un personaje hay que adecentarlo. Cuando quieres causar buena impresión en una primera cita: te arreglas, utilizas tu mejor versión e intentas con mejor o peor suerte ser la diversión en persona.
¿Presentas a tus personajes como ostras o con peroratas que a nadie le importan de momento? Piénsalo. Cuando cuentas una historia tienes infinidad de posibilidades. El arco de un personaje es infinito. Lo puedes presentar haciendo una enorme variedad de gestos, en muchas situaciones diferentes, que ofrecerán la información que necesitas para tirar del lector.
Elige un momento atractivo que vaya acorde con la trama y el arco del personaje, por supuesto. Es crucial para que el lector se enamore de él.
Y no lo cuentes, haz que se presente él mismo. ¿En tu novela, los personajes se presentan solos o tienes que tirar tú de ellos? Analiza tu respuesta.
¿Cómo es tu narrador?
¿Has elegido bien? ¿Qué quieres conseguir con la obra? ¿Necesitas que quien la cuente tenga toda la información o no? Piensa en qué quieres transmitir y qué quieres mostrar. Elige el narrador en función de esta idea.
Generalmente, el mejor narrador es aquel en el que te fluye escribir esa historia. Aunque también ocurre que comienzas a escribir en una persona porque no te has planteado que se pueda hacer de otra manera. Así que lo primero es buscar todos los posibles narradores. ¿Has elegido el mejor?
Y ya si me dices que no tienes ni idea de quiénes pueden ser los narradores de tu libro… No sé. A ver cómo te lo digo. Formate, por favor. No vas a ser la bomba sin saber cómo hacer las cosas. Debes saber todo lo relacionado con tu arte y cómo escriben los más grandes para encontrar tu propio estilo y las técnicas que mejor lo consiguen. Sin formación, es imposible que te encuentres, no vas a saber hacerlo. Es así.
Además, cuando digo que tienes que aprender de los grandes, ni siquiera me refiero a los grandes según otros (da igual quienes sean y desde dónde digan que eso es maravilloso). Tienes que saber cómo hacen las cosas los que a ti te parecen lo más. Esos son los que nos interesan, porque así es cómo a ti te gustaría escribir.
Copia sin tiento y poco a poco florecerá tu estilo.
En el caso de que sepas qué narrador has elegido y por qué, plantéate si tal vez la historia sea mejor contarla desde otro lugar. El narrador marca la profundidad y la amplitud del foco de lo que muestras. Es el maestro de ceremonias. Debes tener una idea clara de qué necesita aquello que quieres contar para elegirlo.
Una tercera persona es ideal para una historia en la que el narrador pueda moverse con soltura por todos los personajes y lo sepa todo de ellos. Aunque aquí hay matices, hay terceras personas muy cercanas a los personajes a las que no les va bien alejarse mucho. Esto también hay que tenerlo en cuenta.
Sin embargo, una primera persona, profundiza en el personaje, lo sabe todo de él, puede mostrar sus sentimientos más íntimos, pero no abarca la totalidad de la historia. En este sentido el narrador no sabe todo lo que sucede. Tú sí, pero él no. Este es uno de los fallos más comunes, que esa primera persona cuente o sepa más de lo que es verosímil.
Eso ocurre porque te dejas ir, te identificas con esa primera persona y como tú lo sabes todo —estaría bueno—, se te van escapando flecos por ahí.
Si tu primera persona no puede contar todo lo que debes y quieres profundizar en los personajes, tal vez necesites varias primeras personas. Es solo una idea, este punto da para mucho.
¿Cómo abordas las escenas?
En cada escena debes aportar nuevos datos que hagan avanzar la trama principal y al mismo tiempo desarrollar las subtramas.
No es viable un diálogo eterno en el que la trama no avance. Los personajes deben ser naturales, pero eso no significa que maten de aburrimiento al lector.
Cada escena debe comenzar acotando el tiempo y el espacio en el que se encuentran los personajes y delimitar con qué elementos se va a jugar ese partido.
Es decir, si hay una mesa y dos sillas, porque los personajes se van a sentar. no pueden aparecer de repente en escena. Deben estar ahí, bien situados en la mente del lector, desde el principio.
En realidad es como el teatro. Cuando se levanta el telón, los personajes tienen en escena los elementos que necesitan y con los que jugarán. En una novela sucede igual. Son detalles muy importantes.
Eso no significa que tengas que decir exactamente todo lo que hay en una habitación (líbreme Dios), significa que te las apañes para que el lector la vea. Con decir que es un comedor, ya ve las sillas y la mesa, por ejemplo.
¿Cuántas veces repites la misma idea?
Este apartado tiene mucho que ver con el anterior. Siempre hay que elegir la mejor manera de contar tu historia.
Eso significa que si ya lo has dicho no se repite, nada. Hay alguna excepción, pero escasas, por ejemplo, hay hilos muy débiles que unen las subtramas que obligan a refrescar la memoria del lector de vez en cuando, pero para ello no es necesario repetir exactamente lo mismo. Solo hay que buscar otra forma de recordar aquello que ya se ha contado, pero ni en este caso es buen remedio repetir la misma idea.
La trama siempre debe avanzar, sé que es complicado incluir todos los matices en un solo párrafo cuando se cuenta algo, pero hay que esforzarse para seleccionar bien las palabras e incluirlos. Y aquellos matices que falten, tener la paciencia y la pericia de esperar para contarlo precisamente en esos momentos en los que hay que refrescar.
Te aconsejo una lectura exclusiva en busca de repeticiones. Aunque creas que no tienes ninguna, las tienes, hazme caso. Detectar cuántas veces has repetido una idea y reducirlas a una es fundamental para que tu novela sea adictiva.
Hay pocas cosas que le gusten menos al lector que encontrarse todo el tiempo con ideas machaconas: rompen el ritmo y aburren a las piedras.
Si no quieres que tu lector queme tu libro, aunque sea en su mente, hazme caso y corrige hasta la extenuación para erradicar de tu texto las repeticiones.
¿Cómo son tus diálogos?
En el apartado de las escenas ya hemos hablado de ellos, pero aquí se cometen tantos errores que merecen un punto para ellos solos.
Uno de los más frecuentes son las acotaciones muy largas, poco precisas o imaginativas.
Piensa en cómo has hecho las tuyas. Qué información vas dando en ellas. ¿Sirven para que el lector vea en su mente de manera más vívida e inmediata las escenas? Piénsalo.
Las acotaciones deben ser cortas y concisas. Aquí sí que debes asegurarte de que has hecho una buena selección de palabras. Verbos dicendi que pasen desapercibidos para el lector y rapidez.
Si el lector tiene que leer dos párrafos para saber cómo se está moviendo el personaje, no es una acotación, estás narrando.
Las acotaciones deben ser veloces porque el lector tiene que recibir el impacto de la imagen en un segundo para que el diálogo no se ralentice y tenga sentido.
Otro error es no coordinar las acotaciones con los diálogos. Es decir, que cada uno va por su lado y tú adjudicas los gestos donde te parece. Entonces, está hablando uno y vemos lo que hace el otro. Que está muy bien, pero si puedes hacer que todo sea ordenado y sincrónico, el lector te lo va a agradecer.
Así que este truco de habla uno y vemos al otro, debes de detectarlo y buscar la manera de no usarlo, a no ser que no te quede más remedio. Y en este caso, debes ser un rayo sutil muy eficiente comunicativamente hablando.
Otro punto relacionado con los diálogos es que mientras los revisas te plantees, en cada momento, qué necesita la narración: ritmo o aire.
Dependiendo de la respuesta, tal vez necesites narrar donde has dialogado o al revés. Los diálogos, en la mayoría de las ocasiones ralentizan la trama. Suelen darle aire y un respiro para el lector.
Si necesitas intensidad, no hay nada mejor que narrar. Serás mucho más libre para poder agilizar o hacer que el lector viva la escena más a tu medida.
¿Tus capítulos son equilibrados?
Valora el número de páginas que tiene cada capítulo. ¿Están descompensados? En caso de que sea así, ¿sucede con muchos o es una excepción? ¿Tienes razones claras para que unos sean más largos que otros? Responde a estas preguntas.
Si esto no es algo que ya hayas meditado, mal vamos. Los capítulos están en función de las escenas que tenga la novela.
No es conveniente dejar escenas inconclusas en pos de hacer que el lector siga leyendo. Es un truco barato y poco perdonable. MIra a ver si has hecho eso y arréglalo, por Dios.
Los capítulos terminan siempre al final de una escena. Es mucho mejor que tenga solo una a que marees al lector a cada párrafo.
El cambio de un capítulo a otro es como un descanso mental subliminal para el lector que debes saber utilizar para cambiar de tiempo o escenario.
Revisa si has seguido las directrices que te marcaste cuando hiciste la estructura de la novela. Si el hilo temporal se respeta. Si cuando cuentas algo, lo haces de una vez. Nada peor que un capítulo desordenado, donde el lector para componer las piezas tiene que arremangarse primero.
El lector debe volar por las páginas de tu libro. Leer requiere concentración, capacidad de evocación y una cabeza pensante que pone de su parte todo lo que el escritor ha omitido, que en realidad es casi toda la historia. Contar algo tan pormenorizado es imposible. Así que si encima tiene que ordenar, detener su mente a cada paso para verificar o recomponer las escenas que ya tenía completas, cierra el libro. Eso no hay quién lo aguante.
Por muy buena que sea tu historia, todo tiene un orden y una técnica. Ahora ya sabes cómo corregir una novela, o al menos ya sabes por dónde empezar.
Conclusión: busca un buen profesional
Si llegado a este punto y no sabes por dónde vas, busca a un profesional que te ayude. A mí o a otro editor. En el mercado hay buenos correctores de novelas. Pide presupuesto, testa tu conexión con esa persona (es fundamental) y no te dejes llevar por las ofertas. Y ten en cuenta que tanto la edición como la corrección ortográfica de un libro lleva su tiempo.
¿Hasta la semana que viene?
Hola Yolanda. Unos consejos maravillosos y unos pasos obligatorios para que la historia funcione. Creo que la ayuda profesional no tiene precio para que un texto brille.
Muchas gracias, preciosa, me alegro mucho que te haya gustado. Un abrazo enorme,