Cómo escribir una novela de acción. Monegros. Reseña
Cómo escribir una novela de acción, Andreu Abuín puede enseñarte solo leyendo esta maravilla que acaba de publicar.
Monegros, mucho más que una novela de acción
Monegros es una obra de esas que se te clavan en el corazón nada más comenzar a leerla. Es una novela global, multigénero, compleja y a la vez ligera. Solo tienes que leer para asistir a un espectáculo que te deja sin aliento, te hace reír a carcajadas o llorar. Los sentimientos están a flor de piel mientras sostienes este libro en tus manos.
Tres personajes, tres voces, tres narradores, tres perspectivas de una persecución frenética y, al mismo tiempo, introspectiva, profunda y diáfana como un desierto. Rápida y lenta. Todo y nada en cómo Abuín nos cuenta esta road movie, que en el fondo no lo es.
Lo más impactante de Monegros son sus personajes. Tienen una arquitectura perfecta y se nota porque los vives, los sientes, te hablan, los entiendes, los quieres. Y eso se consigue trabajando las mil variables que componen una personalidad y haciendo que sean ellos mismos, con un tono diferenciado. Como editora, tengo que decir que es prácticamente imposible lograrlo sin fisuras. Meterse en la piel de varios personajes diferentes para poder contarlos en primera persona es el más difícil todavía.
Cada personaje va montando en la cabeza del lector parte de un puzle que acaba por encajar de forma limpia y exacta. De una manera ágil y adictiva. Sin darte cuenta, vas profundizando en ellos hasta se forman parte de ti.
El paisaje y la ambientación son también protagonistas. Transmiten la aridez de algunas vidas, la inmediatez, la provisionalidad de existir, la aventura que supone salir de la zona de confort y las consecuencias irreparables derivadas de escalar en la sociedad por encima de tus posibilidades. Y también la euforia, la fiesta, la locura de no pensar nunca en mañana.
Y precisamente porque ni te das cuenta de que estás leyendo, esta novela encierra una fórmula bastante exacta de lo que significa escribir una novela de acción. Y no porque se pueda encajar entre las puras del género, sino porque entre sus páginas la vida bulle todo el tiempo, sin descanso, hasta cuando los personajes caen rendidos al sueño.
Y además, su autor, lo explica tan bien que aquí te dejo su entrevista íntegra. Un lujo haber trabajado en esta novela, un lujo haber tenido la posibilidad de enamorarme antes que muchos de Salva, Ana y Jorge.
Cómo surgió la idea de escribir esta novela
La idea surge a partir de una de las primeras escenas que aparecen en la novela. Una situación que me vino a la mente de la nada. No de la nada. Nada surge de la nada. Supongo que, de alguna manera, merodeaba por mi cabeza desde hacía tiempo. Pero una tarde me detuve, la observé y comprendí que encerraba el germen de toda una historia que merecía la pena ser contada.
Había estado trabajando en otro texto. Un proyecto muy oscuro, con un ambiente sofocante y subterráneo. Al contrario de todo aquello, imaginé a Ana, Jorge y Salva, tres adolescentes, en apariencia sencillos, despreocupados y divertidos. Tres chicos de los suburbios de Barcelona que se perdían en un bosque inmenso y complejo como un laberinto del que no podían o no querían salir. No tenía muy claros los motivos por aquel entonces.
Huían de algo que tardé en identificar. Algo gordo. Algo que les atormentaba, sobre todo a Salva. No fue hasta que me puse a trabajar que no se me ocurrió el accidente que les obliga a pasar la noche en casa de un desconocido, Bruno. Imaginé la escena en la que Bruno, a las tantas, encuentra a Ana y Jorge durmiendo en su casa. Se suponía que solo debían pasar una noche en su propiedad, pero allí seguían, confiados como conejos que, huyendo de un águila, se meten en la madriguera del lobo.
Al reflexionar sobre el escenario principal, caí en la cuenta de que no sería un bosque, sino el desierto de Aragón. No hacía mucho había leído Viaje a la Alcarria, de Cela. Supongo que de ahí salió una localización tan austera como los Monegros. Volví a ver Jamón, jamón de Bigas Luna, una de las películas fetiche de mi adolescencia. Busqué información en bibliotecas, en revistas, en internet. Leí montones de artículos sobre la comarca.
Acabé por alquilar un coche y visitar el escenario principal de la novela. Fui a la caza de lugares en los que Jorge, Salva y Ana podrían dejarse caer. Me colé en casas en ruinas de pueblos abandonados. Localicé la de Bruno. Encontré granjas aisladas en medio del desierto. Me tomé un par de cervezas en el único bar del pueblo de Cartuja de Monegros. Me paseé por varios puntos de interés, como los tozales de Castejón o la ruta de George Orwell. Algunas de esas localizaciones salen en la novela.
En qué te inspiraste
Sobre todo en mi propia experiencia personal, en mi adolescencia. Los personajes provienen del mismo entorno en el que me crie. Por eso los conocía tan bien, incluso antes de que la trama tomase forma. Ellos son, en cierta manera, una amalgama de recuerdos de amigos y conocidos de mi juventud. Sus dejes, sus maneras de reaccionar y sus aspiraciones son el reflejo de una generación concreta, en un escenario determinado, pero no dejan de ser universales porque, al fin y al cabo, la experiencia humana es la misma aquí, allá y acullá. Aunque suene a tópico, así lo creo.
En lo concreto, muchas de las escenas de la novela están basadas en recuerdos a los que he cambiado algunos detalles, los nombres de los protagonistas, las localizaciones, el contexto. Difieren de la realidad los elementos que me permiten hilvanar una trama coherente y concisa. El resto corresponde a mi experiencia.
Los primeros tonteos sexuales, las primeras decepciones, el estrés de los estudios, de un porvenir incierto, el peso de la responsabilidad, el sentimiento de libertad al conocer a alguien fuera de tu entorno, las ganas de volar con alas propias. En definitiva, la sensación que produce cruzar, como dice Salva, esa frontera elástica y pegajosa que separa la adolescencia de la vida adulta.
También son fundamentales en la novela las localizaciones. Los Monegros, como queda claro en la elección del título, pero también Hospitalet y Barcelona. Las dos últimas las conozco al dedillo. De la primera, antes de investigar, solo tenía alguna breve referencia literaria y cinematográfica, además de lo poco que había visto desde las ventanillas del coche familiar, durante mis viajes de niño al oeste peninsular. Un paisaje que, aun sin conocerlo apenas, siempre me ha provocado una fascinación difusa por su belleza bruta y austera, y tan fotogénica.
Cómo construiste los personajes
Cómo he comentado antes, los personajes, sobre todo Ana, Jorge y Salva, son un reflejo de compañeros de juventud. También de mí mismo. Un collage de rasgos de personalidad que he tratado de agrupar en prototipos coherentes con el contexto individual de cada cual y su rol dentro de la trama.
Salva, el mayor, busca la libertad a toda costa. De hecho, se pasa la vida luchando contra su pasado, huyendo de sí mismo, tratando de extraer todo el jugo que puede del aquí y ahora. Jorge, por el contrario, es un chico conservador, emprendedor, aplicado, planificador. Un joven que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Ana está hecha un lío. Ha tenido una vida complicada, con pocos recursos, sin referentes. Unas circunstancias adversas que hacen de ella un ser complejo.
El resto de los personajes han aparecido a medida que los he necesitado. He de decir que he preferido escribir los primeros capítulos sin planificar demasiado. Marguerite Duras habla de «la aventura de escribir» en contraposición de la escritura de aventuras. Salvando las distancias, que son muchas, coincido con su enfoque. La escritura es una aventura que permite conocerse a sí mismo y, por ende, a los demás. Un viaje al lindar entre la conciencia y nuestra psique más profunda, donde residen todas las historias que podamos narrar.
Desde luego, en algún momento, hay que ponerse serios y dar una forma concreta y una dirección determinada a esas primeras páginas. Hilvanar, creo que es la palabra que mejor define este proceso. Una tocaya de la francesa, Margaret Atwood, asegura escribir buena parte de sus obras sin preocuparse por la trama hasta que, bien avanzada, se detiene, planifica el resto y a modifica ese primer impulso creativo. Este es el método que yo utilizo, el que más me satisface y el que mejor resultados me ha dado.
Del mismo modo que con la trama, entro en contacto con los personajes de manera gradual. A lo largo del trabajo de hilvanado, de relecturas y correcciones, los acabo definiendo, dándoles una edad definitiva, un físico determinado, un estrato social, una profesión, un pasado, etc. Incluso, en Monegros, hay uno al que le cambié de sexo muy tarde.
Esto no significa que no los conozca lo suficiente durante el redactado, pero prefiero dar prioridad a la coherencia del relato y al rol de cada cual por encima de las fichas que haya podido preparar con anterioridad. Al fin y al cabo, como las personas de carne y hueso, los personajes son muy suyos. Te pueden sorprender en cualquier momento durante el proceso de escritura, incluso decepcionar.
En cualquier caso, trato de ser lo más económico posible. Evito personajes superfluos. Me los cargo sin remordimientos si no tienen un volumen suficiente, si son demasiado cliché, o si no son más que un eco de otros que puedan asumir su función.
Qué es lo más satisfactorio de escribir y lo que peor llevas
Lo más satisfactorio es sin duda cuando un personaje me sorprende con un discurso redondo e inesperado. O cuando se produce una situación que no había planificado, pero que funciona incluso mejor que la prevista. Esos momentos que brillan durante la lectura. Muchas veces, ese brillo se consigue a base de lustrar mucho, de paciencia y esfuerzo, desde luego. Sin embargo, los más satisfactorios son los que uno no espera, como en la vida.
Situaciones que te hacen tomar conciencia que los personajes tienen vida propia. Que no es un mito. Que, en realidad, no son instrumentos que utilizamos para explicar una historia, sino todo lo contrario. Son ellos los que nos utilizan. Los que escribimos ficción no somos más que marionetas de esos seres que viven en nuestras cabezas y que, en un momento dado, nos dicen: Mira, chaval, a mí me ha pasado algo que merece ser contado, así que, déjate de escribir bobadas, y pon lo que yo te diga.
Es evidente que esto no es siempre así. Los personajes son caprichosos y a menudo hay que sacarles las palabras a punta de navaja. En muchos casos, hay que forzarles, ponerles en situaciones límite, torturarles si es preciso para que reaccionen. Aun así, lo más satisfactorio de la escritura, son esos momentos que fluyen de manera natural, los que encajan en el puzle narrativo sin necesidad de forzarlos ni de cortar ningún vértice.
No sé si diría que llevo mal las dificultades de la escritura, pero sí constato que no son pocas. Muchos fantasmas, sobre todo. Muchos miedos. Miedo al fracaso, en la mayoría de los casos. Miedo a que la historia no fluya, a que quede mal resuelta, a que el suflé no monte. Temor a que, después de meses, a veces años de trabajo, la cosa no tire.
Escribir una novela es una inversión personal muy potente. Nos exponemos al juicio de quien bien quiera leernos. Describimos con detalle sentimientos íntimos, frustraciones, patologías que pocas veces confesaríamos abiertamente, al menos sobrios. Hay que tener muy poca vergüenza. Y mucha confianza en sí mismo para creer que lo que escribimos pueda resonar en el corazoncito de los lectores. Ahí radican todas las dificultades, al menos para mí.
Tienes alguna manía a la hora de ponerte a escribir. Algún secreto
He escrito Monegros en una situación y un momento ideal. Acababa de finalizar un contrato en otro país y decidí aprovechar el desempleo para aislarme en una casa perdida en un pueblo de cuatro casas, donde no conocía ni al Tato. Lo único que tenía que hacer todos los días era escribir. Casi diría que eso era lo único que podía hacer. ¡Escribir o volverme loco! Así que cada mañana, sin excepción, me apeteciese o no, lloviese o hiciese sol, después de desayunar me sentaba delante del ordenador y me pasaba el día trabajando en la novela.
Esto ya se ha dicho muchas veces, pero creo que es el único secreto que hay: sentarse y escribir. Sin plantearse nada. Sin excusas. Ni dolores de cabeza, ni unas décimas de fiebre, ni mandangas. Siéntate y trabaja. El trabajo de escritor no es tan monótono como pudiera parecer. Hay que investigar, encontrar localizaciones, estudiar la psicología de los personajes, construir la trama, diseñar escenarios, pero sobre todo escribir. Escribir, aunque duela. Aunque a la mañana siguiente tires a la basura todo lo que has escrito el día anterior. En realidad, nada es vano. Incluso lo que se descarta sirve comprender mejor la historia, para encontrar la manera más adecuada de trasmitir un mensaje.
Qué te gustaría que pensara el lector cuando termine de leer la novela
Me gustaría sobre todo que pasase un buen rato con Ana, Jorge y Salva. Me gustaría, no solo cuando termine, sino durante toda la novela, que se entretenga, que disfrute. Me encantaría arrancarle una sonrisa de vez en cuando, que se identifique con los personajes, y que se escandalice un poco, para qué negarlo.
La profundidad del discurso, la introspección y la estética narrativa son fundamentales en cualquier novela, pero hay más. Supongo que mi experiencia profesional en el mundo audiovisual tiene una influencia palpable en mi escritura. De ahí, mi obsesión con el ritmo, con la trama, con la naturalidad, con el estilo, con cualquier herramienta de cualquier disciplina que permita mantener el interés del lector desde la página uno.
Serán los lectores, esos valientes que se animen a darle una oportunidad a un escritor novel, los que juzguen el resultado. Yo todo lo que deseo es que se hagan la historia suya, que extraigan sus propias conclusiones. Lo que yo pueda opinar a estas alturas no son más que interpretaciones de una historia que ya no me pertenece del todo. Porque, como he comentado antes, y lo digo con total sinceridad, no me siento más que el instrumento de unos personajes que estaban de pasaje por mi imaginación. Personajes que son la condensación de tantos amigos y conocidos que han pasado por mi vida.
Amén, poco me queda decir más que lo que nos ha contado Andreu. Ah, sí, no te puedes perder esta novela. Sería una pena que te perdieras esta maravilla.
Fantástica reseña y entrevista. ¡Enhorabuena a los dos! Me gustaría leer el libro.
Mil gracias por tu comentario, no te la pierdas, pincha aquí para comprarla, es fantástica, de verdad, tres primeras personas impresionantes y una aventura adictiva.
Gracias Lia por la parte que me toca, y también a Yolanda por tu generosa reseña y tu entusiasmo durante esta aventura. Un fuerte abrazo!
Cuando algo tiene esta calidad, se dice y punto. 🙂
Monegros es una novela, que por
supuesto no te dejará indiferente, es fácil de leer y
te engancha desde
las primeras páginas
es una novela de pocos personajes que se ven envueltos en un círculo de relaciones sentimentales y excesos en un lugar perdido del desierto de los monegros.
Gracias por tu comentario, es una maravilla. Un abrazo