Cómo hablar en público sin miedo en nueve pasos
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La corrección ortográfica de textos no tiene nada que ver con editar un libro. Este artículo lo escribí hace un tiempo y ahora he decidido ampliarlo porque el tema da para mucho.
Debido a la desinformación que existe en el sector editorial respecto a los conceptos y los términos que lo representan (significante y significado), es habitual que alguien me pida una edición cuando de lo que está hablando es de una corrección ortográfica y de estilo, y a la inversa. La diferencia es abismal.
En este sector existe una maraña de conceptos que hace que todo parezca lo mismo. De hecho, según la RAE, corregir engloba a todas las revisiones que voy a definir a partir de ahora. Tócate…
Lo que está claro es que después de escribir un libro y corregirlo hasta la saciedad, llega la hora de que otros se ocupen de él.
Así que para empezar, voy a intentar separar, por su orden lógico, los pasos a dar para que un libro esté en perfectas condiciones para publicarse y tener alguna oportunidad en el mercado editorial.
Son los siguientes:
Después de todos los pasos que acabo de desgranar, es posible que te cuestiones lo siguiente: ¿Qué hace el autor, si necesita a tanta gente?
El autor es el creador, el Rey Sol de todo el proceso y él que manda. Todos trabajamos para que su obra brille. Y así tiene que ser, porque de él nace la fuerza creadora, la belleza de contar soberanamente un hecho. El resto es organizar, limpiar, preservar y pulir.
La persona que ha escrito la obra ha conseguido sacar de su cabeza esa historia que le corroe las entrañas y solo con palabras ha logrado que el lector vea en su cabeza aquello a color y en 4D (me quedé en el 3D, pero lo mismo ya hay otro), ¿te parece poco?
A pesar de todo ese chorro de creatividad, de esa historia maravillosa, de ese pensar hasta morir para que todo cuadre, llega un momento en que su cabeza se sabe de tal manera lo que ha escrito que deja de leer; pierde el norte y no es capaz de valorar si el lector lo están entendiendo todo tal y como él lo ha diseñado; y aunque le encanta la historia tal y como la tiene en la cabeza, no es capaz de comprobar si realmente la ha pasmado de la misma manera en el papel, con todo ese 4D y toda la mandanga.
Y, a veces, ocurre que te llegan libros que comienzan de la misma manera que si el dueño de una casa se hubiera empecinado en construirla con la entrada por el baño. A él le parece perfecto, tiene su lógica, porque le encantan los baños y considera que así puede lavarse las manos y ducharse nada más llegar a su hogar. Vamos, una casa perfecta para las pandemias, pero…
Hay un pero de los gordos. A sus familiares y amigos, con suerte, puede que también les encante la casa, pero a las visitas puede ser que no les apetezca oler determinados efluvios nada más entrar y ni te cuento a los ligues de una noche.
En definitiva, y sin hacer tanta sangre, en el caso de un libro, sucede que, muchas veces, el autor está encantado con la obra, pero cuando llega al lector todo se desmorona porque no encuentra ninguno de esos hallazgos maravillosos que había creado el autor.
Es más, muchas veces, son precisamente esos hallazgos únicos que tiene el autor los que expulsan al lector de la obra, porque de tanto tenerlos claros, no ha sabido plasmarlos.
Y es que por muy bueno que seas, necesitas los ojos de varios profesionales para perfilar esa historia.
Ha llegado el momento de que las visitas te pongan en tu sitio y te digan que podrías haber construido el baño un poco más adelante, que de recibidor no lo ven ni medio normal. Pues eso.
Y una vez que tenemos claro que necesitamos de otros para perfilar la obra, vamos a diferenciar a los distintos profesionales que pueden intervenir en ella.
Un libro necesita todos esos procesos que he enumerado al inicio y son tan diferente unos de otros que no los puede hacer la misma persona ni se pueden llevar a cabo a la vez (por si hay algún supermán en la sala).
Es necesario seguir ese orden y te recomiendo que no te saltes ningún paso, muchos van directamente a la corrección ortográfica, ni te cuento las carencias que tienen esos libros, se los huele, a veces, con solo leer la sinopsis. ¿Para qué quieres que no haya ni un acento mal puesto, si tu personaje ha nacido muerto?
Además, es aconsejable que la misma persona no haga más de un proceso, como decía antes. Cada profesional se ocupa de una función (como mucho el que corrige ortografía puede hacerlo también con el estilo, pero tengo mis dudas). El fontanero no suele ser el mismo que revisa la perfecta caída de las cortinas
Si me dedico a revisar que los personajes tenga un buen arco o que la trama no haga aguas, habré leído tantas veces tu obra que no veré las comas mal puestas, ni si se han utilizado bien los tiempos verbales. Por supuesto que corregiré infinidad de errores ortográficos y de estilo, pero no puedo certificar que el texto esté limpio de ellos.
Conozco la historia casi tan bien como el autor, de manera que llega un punto que eso me incapacita para corregir más allá. Mi cerebro pone el automático y se salta todos los errores que no sean mi especialidad.
Como ves publicar un libro no es solo escribirlo, arreglarlo un poco e imprimirlo o subirlo a una plataforma digital.
Desde luego que puedes hacerlo así, pero entonces lo más probable es que cuando lleguen las visitas (siguiendo con la metáfora de una casa de que da mucho juego para este tema), se encontrarán ropa interior, en los peores casos usada, en mitad del comedor. ¿Cómo es posible que no la haya visto nadie hasta ahora? imagino que por la misma razón que los calcetines entran emparejados a la lavadora y salen viudos.
Y el pensamiento del autor siempre es el mismo: incredulidad. No es posible que esto esté ahí, pero sí. Esa ponzoña que hay en medio de la sala es tuya, generalmente, y nadie se ha percatado de que estaba ahí hasta que el libro está publicado. Pasa en las mejores familias, ni te cuento si te saltas pasos.
Vamos a comenzar por la edición. La mejora de la capa más profunda del texto.
El proceso que se inicia después de que el autor esté tan exhausto de corregir su texto que llega a la conclusión que no puede más.
Este proceso se centra en revisar y arreglar los cimientos y la distribución para que puedas vivir en ella de maravilla.
Un editor se dedica, con los metros útiles que tienes, a buscar la forma de que aquello sea un palacio renacentista (o del estilo que quieras), en el que todo funcione como en un hotel de cinco estrellas.
Y una de las grandes diferencias con una corrección ortográfica o de estilo, es que en estas no se cambia la estructura del libro ni el arco de la evolución de un personaje o el funcionamiento de una trama. Y, cuando editas, sí.
En la edición, todo depende de los errores o bondades que se vayan descubriendo, pero la idea es potenciar todo aquello relacionado con la historia o el contenido que se le ha pasado al autor. Mejorar todos esos elementos para que el libro brille como nunca.
En definitiva, cuando editamos un texto mejoramos su estructura, trama, tono, inicio y final, personajes, hilo conductor, equilibrio entre las tramas y todos los elementos que construyen el tema o la historia que sustenta la obra.
La edición, o mejora, es el primer proceso recomendable porque al autor se le pasan mil detalles (y no tan detalles que algunos son dinosaurios) que pueden hacer incomprensible lo que cuenta.
Creo que soy miope perdida de las veces que he leído burradas como que antes de publicar, solo es necesaria una corrección ortográfica. O que a algunos les da miedo que el corrector les cambie su estilo o que no leen para no contaminarse. Y también a muchos expertos (es un suponer) afirmando sin atisbo de duda que el lector cero es el último paso antes de publicar la obra. Y digo yo, ¿si ya has hecho la corrección ortográfica y de estilo, quién va a supervisar el texto que cambies después del lector cero? ¿O piensan que este profesional se va a limitar a decir: muy bien, me gusta?
Cada capa tiene que corregirse a su tiempo, no se pueden saltar pasos ni cambiarlos de orden porque en este caso sí alteras el producto.
Después de la edición viene el lector cero. Y dirás, ¿si ya has editado la obra, para qué quieres a otro profesional que te cuente si funciona bien respecto a los lectores? Porque un editor no tiene la visión de un lector cero y menos después de haber trabajado en la obra.
Un lector cero certifica que esa obra se entiende a la perfección y que al lector le encanta pasar el tiempo en ese universo, el editor a esas alturas ya está demasiado involucrado en la obra para verla desde fuera.
De hecho, yo después de un editing, contrato a un lector cero para que haga su trabajo, porque considero imprescindible esa perspectiva desde los ojos del lector. Y que la haga un profesional que tenga los conocimientos necesarios para que no se le escape ninguna alarma porque es el que se encarga de ver que todo está en su sitio y funciona.
Aquí te dejo un enlace por si quieres ampliar más sobre el tema.
Después del lector cero, llega el momento de la corrección de estilo. Muy diferente de la ortográfica, aunque muchas veces se piden juntas, pero tampoco son lo mismo.
Una corrección de estilo tiene su base fundamental en que el texto en cuestión tenga una buena selección de palabras, en el orden adecuado, para que la mente del lector disfrute de la lectura y vuele sobre ese libro (en la fluidez entran muchos otros factores, pero este es muy importante).
Una vez que la estructura es la correcta, los personajes son redondos y un largo etcétera (edición y lector cero), llega el corrector de estilo y comienza a hacer que aquello se parezca a una casa de verdad. Crea el clima de hogar.
Una corrección de estilo se ocupa de las imprecisiones del vocabulario, los fallos del estilo, errores sintácticos, de concordancia o incorrección en el uso de los tiempos verbales. Le da lustre a la economía comunicativa del texto, para que sea lo más exacto posible, entre infinitas funciones.
Y, por fin, llega la hora de la corrección ortotipográfica (sí, también se llama así, aunque tiene matices con respecto a la ortográfica, fíjate qué cosas).
Este proceso consigue que el texto esté impoluto de errores ortográficos, además de que las grafías estén en su sitio y los signos de puntuación cumplan la ley a rajatabla y no rompan filas por donde les dé la gana.
Así mismo, se ocupa de que los acentos sean fieles y nunca se vayan con otras o desaparezcan, entre otras muchas funciones.
Después, se nota que por ahí ha pasado alguien para ordenar la casa hasta que todo esté en su sitio. Ha sacado el jarrón que estaba por equivocación en la nevera, ha metido los calcetines en el cajón y ha tirado la basura.
Es un trabajo muy duro y exigente. Corregir un texto ortográficamente me parece un ejercicio titánico que tiene un mérito estratosférico. Que no se te escape nada en este sentido es casi imposible.
Y es que aún así, llegan las visitas y se encuentran aquel calcetín, el mismo que escapó del bombo de la lavadora, debajo del sofá, el muy bandido.
Escribir un libro y publicarlo es algo muy serio. Uno de los trabajos más colectivos que existe porque es muy difícil atender a la vez a todas esas capas del texto de las que acabo de hablar. De hecho, no conozco a nadie que sea capaz de hacerlo. Si hay alguien en la sala que levante la mano para investirlo como la eminencia de las letras que es de inmediato.
Como has podido comprobar, existen grandes diferencias entre todas estas ediciones, correcciones y lecturas, sobre todo, porque no trabajan los mismos elementos del texto. Escribir un libro es atender a tantas variables que es complicado conseguir la cuadratura del círculo uno solo y tampoco solo con un profesional.
Todos los libros deliciosos que puedes encontrar en el mercado han pasado por todos estos procesos, con seguridad, desde el inicio de los tiempos.
Así que crea lo mejor que puedas, corrige hasta la extenuación y después déjate aconsejar y aprende de todos los profesionales que pasen por tu obra. A tu paso por el mercado editorial encontrarás mucho agradecimiento. Los lectores buscan obras en las que no se pasen el tiempo colocando piezas que tú no has sabido encajar. Buscan disfrutar y solo se consigue trabajando todas las realidades que encierra un libro.
¡Hasta la próxima!
Lo mejor de Almudena Grandes es toda ella. Es casi inconcebible que alguien así se muera, con tanto por enseñar, con tantos libros como albergaría aún su cabeza. Un ser tan portentoso no puede desaparecer tan joven. Leer más
9 consejos par autopublicar un libro y que tenga posibilidades reales en el mercado editorial.
Autopublicar está a la orden del día. Vivimos en un mundo hiperconectado, en el que la información se nos sale por las orejas y parece que podamos alcanzar cualquier lugar con solo proponérnoslo. Y, en algunos casos, así es, solo hay que saber cómo hacerlo.
Y eso ocurre con publicar un libro. Hasta hace bien poco, la única manera de hacerlo era buscando una editorial que apostara por él, pero con las nuevas tecnologías, las redes sociales y las plataformas de venta, se ha convertido en algo que está al alcance de la mano de cualquiera que sepa juntar letras.
Una vez que celebramos con cava o champán, como gustes, que podemos hacer lo que nos de la gana con nuestro libro, tenemos que comenzar a pensar cómo distinguirnos de aquellos que se han tomado al pie de la letra este avance y publican a troche y moche, sin tener ni idea de lo que están haciendo.
La autopublicación ha conseguido que existan millones de libros cuyo mejor destino es la papelera. Desastres absolutos que dan ganas de arrancarte los ojos con solo ver sus portadas, ni te cuento cuando te adentras en el averno de sus páginas.
Y, claro, no quieres que tu libro querido y mimado acabe en este montón. Lo entiendo y aplaudo. Por eso escribo este artículo. Intentaré ayudarte para que tu obra se distinga de estos desde el primer vistazo.
Lo primero es tener es una buena obra, esto ya lo he dicho tantas veces que me da la sensación que estoy en un bucle infinito.
Aún así, cada dos por tres, oigo por ahí que para publicar un buen libro solo es imprescindible un corrector, un maquetador y un diseño de portada chulo. Y, claro, entiendo que haya gente que piense eso, pero me echo a temblar con solo oírlo.
Por qué se piensa que es esencial que un libro no tenga erratas y, sin embargo, no pasa nada porque tenga un agujero en la trama del tamaño de Canadá o que sus personajes sean más planos que la estepa siberiana.
Es que no puedo entender cómo es posible que a alguien se le ocurra publicar sin haber pasado por un lector cero profesional, como mínimo. Porque un libro puede tener una portada divina, estar bien maquetado y mostrarse impoluto en su lenguaje y al mismo tiempo ser horroroso. De esos que el autor te engaña una vez, pero no piensas repetir dos. Y estaría bien que a la gente le entrara en la cabeza.
Así que lo primero que tienes que hacer cuando terminas una obra y te has cansado de corregirla (te dejo un enlace con claves para hacerlo bien) es buscar como mínimo un lector cero profesional que te diga qué errores tiene aún la trama, los personajes, el hilo temporal, las escenas o la infinita lista de elementos que tienen que cuadrar como un reloj en una novela o un libro para que todo fluya y sea una obra bien hecha.
Una edición exhaustiva de un libro es fundamental para que todo esté en su sitio.
Te lo pido de rodillas y con ojos de cordero degollado (Y si me apuras, me da igual que no me busques a mí, contrata a quién más confianza te genere y mejor trabaje bajo tu punto de vista, pero hazlo).
Luego, por supuesto, debes hacer una corrección exhaustiva para eliminar los errores ortográficos y de estilo. Después, buscar más profesionales para que te hagan una buena portada y una maquetación divina.
Y es que la democratización de la cultura que supone que todo el mundo puede publicar es una falacia.
Publicar un libro requiere de una inversión que no es posible saltarse a no ser que te importe un pimiento el resultado final.
Si piensa que, como ocurre con los productos defectuosos, se puede vender eso que no ha pasado por los filtros que debe, al menos, anúncialo. Es la manera más honesta de venderlo y le estás haciendo un favor al sector para que no todos caigan en el mismo saco.
Y no pasa nada, tal vez, tú eres un portento (lo digo en serio) y todo lo haces bien, perfecto, pero serás en uno por ciento del resto. Porque si las editoriales tradicionales gastan dinero en editores de mesa será por algo, digo yo.
Y sí, ya sé que hay muchas que también han eliminado esa figura de sus plantillas, y ni siquiera la han externalizado, pero qué diremos… Pues que no me fío de sus libros, simplemente.
Nadie es capaz de ver sus propios errores hasta que no le ponen un espejo delante. Y es que estoy harta de comprar libros de autopublicados (con los otros también me sucede, pero menos) y pasarme media lectura viendo agujeros. Y es una pena, porque muchos serían una pasada, si hubieran invertido un poco más, si no hubieran tenido prisa por publicar.
Me atrevo a decir que muchos autopublicados son infinitamente mejores que los autores tradicionales más famosos. No sabes la pena que me da cuando veo que un libro con ese potencial se pierde por no haber invertido en un editor o en un lector cero. Es terrible, de verdad. Y por eso soy tan pesada, pero ya lo dejo.
Una vez que me he empleado a fondo con la inversión, vamos con la seguridad. Inscribe la obra en el registro de la propiedad intelectual (te dejo un enlace a la guía de este servicio) y también te recomiendo que uses la plataforma de SafeCreative que es un registro online que puede ser de utilidad. Dentro de lo útil que es hoy en día este tipo de registros.
Luchar contra la piratería desde tu posición es casi imposible, pero siempre da seguridad tener la obra registrada.
Al menos tienes algo a lo que agarrarte y patalear cuando descubras, seguro, que alguien ha decidido apropiarse de ella y venderla como si fuera suya. Por desgracia, es el pan de cada día.
Respecto a los trámites legales, tenemos la gestión de ISBN y el depósito legal.
El depósito legal es un trámite que no siempre es obligatorio, por ejemplo, si imprimes bajo demanda puedes no sacarlo.
Su función es tener un reservorio de obras para que las generaciones futuras tengan un legado que estudiar y dejemos huella. Es como atesorar patrimonio cultural. Recuerdo cuando trabajaba en la editorial y a veces me tocaba a mí ir a registrar los nuevos libros, un poco engorroso, pero sin dificultad alguna. Tienes que llevar tres obras y dejarlas en el registro.
Imagina que pierdes el control de alguna de tus obras o que desaparecen todas, si has hecho este registro, sabes que en la biblioteca nacional y en la de tu comunidad tendrás un ejemplar en perfecto estado.
Se solicita en el depósito legal de tu provincia. Es un trámite completamente gratuito y suele ser inmediato. En este enlace puedes ver las direcciones y teléfonos de las oficinas del depósito legal de todas las provincias.
Y en este otro (M1), te puedes descargar el modelo que tienes que rellenar, si vives en la provincia de Valencia. Cada una tiene el suyo y te lo puedes descargar desde su web.
Por su parte, el ISBN es aconsejable pedirlo, sobre todo, si vas a distribuir a nivel nacional, ya que es la manera en que te encuentran las librerías.
Si publicas en Amazon te asignará uno, pero solo te sirve para los libros que publiques en la plataforma. Si imprimes puedes usar ese ISBN, pero no es recomendable porque existe un número de registro para cada modalidad de la obra. Te dejo este enlace a un artículo del blog de Mariana Eguaras sobre el tema, por si quieres ampliar información.
Y es que este es tu destino, así que por muchas pestes que eches de la plataforma, vas a tener que publicar ahí. Es la mejor fórmula que existe para distribuir tu libro y si conoces todos sus recovecos, tendrás mucho ganado para venderlo.
Así que busca cursos o cualquier forma de aprender a subir tus libros a la plataforma de la mejor manera posible. Igual que tendrás que hacer con el resto de tiendas virtuales que te lo permitan, porque cuánto más abarques en este caso, mejor.
Te dejo un enlace a un post que publicó Gabriella Campbell, en el blog de MOLPE, de Ana González Duque. El artículo no tiene desperdicio.
Otra fórmula que debes usar es buscar una imprenta cerca de ti, profesional y con buenos precios, para imprimir los ejemplares que necesites para hacer presentaciones (u otras acciones offline) y vender a las personas de tu círculo social.
Los precios suelen ser más reducidos y tendrás mejor margen que si los compras en Amazon. Además, la calidad suele ser mejor también y te puedes permitir personalizarlos mucho más, por ejemplo, con solapas.
Ya tienes la obra subida divinamente a Amazon y al resto de plataformas, unas cuantas cajas de libros en el trastero de tu casa y un mareo de cabeza imposible.
Ahora lo que tienes que hacer es preparar las presentaciones que tendrás que hacer de manera presencial.
Sé que es una tarea horrible, pero es necesaria si quieres comenzar a vender.
Las acciones offline son fundamentales, sobre todo, si aún no tienes tu público. Todo escritor comienza por ellas.
Sin una base social que te apoye es difícil que acabes vendiendo miles de libros a desconocidos. Así que hay que empezar por ahí por mucho que no quieras.
Te dejo un enlace a cómo organizar una buena presentación sin que a tu público no se le descuelgue la cabeza.
Rastrea el mercado, fíjate en promociones de otros, busca la manera de darte a conocer de otras formas que no sean la típica presentación. Firmas de libros, acciones en librerías, congresos, ferias y toda actividad que implique estar en contacto con lectores ávidos de buenas lecturas.
Debes hacer una buena promoción, aquí te dejo un artículo que escribí recientemente que te va a ayudar mucho al respecto. Es fundamental que consigas llegar a cuanta más gente mejor.
Sin olvidar, por supuesto, todo el proceso online y de redes, del que en este artículo también hago un buen repaso.
Estoy segura de que a estas alturas no quieres leer ni una palabra más que venga de mí y menos esta en concreto que, en demasiadas ocasiones, se ha utilizado para vender motos sin ruedas.
Aunque en este caso es fundamental.
Necesitas resistir, tener paciencia y seguir adelante pase lo que pase. Y no conozco otra palabra que englobe estos conceptos tan bien. Así que la he tenido que utilizar necesariamente.
Ya sé que después de leerme estás pensando que es demasiado, que no vas a llegar, que no te da la vida, pero es que publicar un libro requiere de todos estos filtros porque no sirve con juntar letras, ya ves que es un trabajo muy colectivo y esforzado. El arte siempre lo es.
Y estás creando una obra de arte, algo original que es solo tuyo. A través de sus páginas quieres transmitir lo que llevas dentro y tener cuántos más lectores mejor, es decir, lo haces con ánimo de comunicar y ser universal. En consecuencia, te lo tienes que tomar como lo que es.
No puedes banalizar un acto tan serio e importante como es publicar un libro. La idea es reverenciar a los lectores que son tu público objetivo y serán los que te ayuden a llevar a cabo tu proyecto. Así que no los defraudes dejándote llevar por la prisa o la racanería. Toma conciencia de lo que estás haciendo.
Y ahora sí, te dejo reflexionar. Me puedes poner verde en los comentarios, aceptaré tus críticas con estoicismo, lo prometo.
Escritor fantasma o ghostwriter. Alguien que tiene facilidad para escribir bien y decide poner sus conocimientos al servicio de otras personas e historias.
Antes de hablar de cómo contratarlo, me centraré en por qué serlo y cómo encontrar al escritor fantasma perfecto para ti; en los diferentes tipos que hay y en las claves que harán que aciertes en tu decisión.
Soy editora, ayudo a escritores a mejorar sus obras, y tengo que reconocer que otras veces escribo libros que luego no se publican con mi firma.
Al principio, lo hacía porque es una manera de probar tus capacidades, de perder el miedo al vacío que supone publicar algo y que todo el mundo sepa que has sido tú la responsable de aquella obra. Eso da mucho vértigo. Cuando escribes en nombre de otras personas, ese miedo desaparece.
El caso es que cuando vi que aquello se leía divinamente y la gente alucinaba con la historia, comencé a pensar en que, tal vez, debería lanzarme a escribir obras propias y firmarlas. Y también le cogí el gusto a hacerlo para otros.
Estas son las mías y en este orden. Seguro que hay otras muy diferentes:
Estas razones son suficientes para mí como incentivo para seguir haciendo este trabajo.
Las personas que me contratan, en general, lo que buscan es ver su historia reflejada en un libro de la mejor manera posible y que encuentre a sus lectores potenciales.
Y lo que a mí me interesa es contar historias para que el lector disfrute mucho con ellas, nada más. Que mi nombre no esté ahí no es importante.
El caso es que aunque sea una figura que está en la sombra, no es complicado encontrar a escritores fantasma. En realidad, creo que casi todas las personas que se dedican a la edición, lo han hecho en algún momento de su vida, es como un paso natural.
En mi caso, a veces, he escrito novelas para contar la vida de otras personas que querían tener un libro con sus hazañas o una historia que tenían en la cabeza.
Otras, alguien tiene complicaciones para terminar su obra, por muchas razones, y necesita a otra persona que sepa adaptarse a su tono y estilo para acabar la historia, bajos sus instrucciones y claves.
También, he creado textos para otros profesionales, páginas web, campañas publicitarias e, incluso, catálogos para artistas que necesitaban comunicar bien su obra.
Y he escrito ensayos de sagas familiares o de empresas centenarias. El último ha sido un trabajo de años, muy exhaustivo, que en breve verá la luz y que sí firmaré con mi nombre.
Lo que quiero decir con estos ejemplos es que no siempre se establecen las mismas reglas en todos los trabajos que te encargan que escribas.
Además, nunca aparezco como algo que no he hecho, es decir, si no he sido la editora, no aparezco como editora, por razones obvias.
Y el trabajo queda sellado cuando mandas tu primer texto y el cliente ve que has dado en el clavo. A partir de ese momento todo va sobre ruedas.
De manera que si estás pensando en buscar a un profesional que escriba esa historia que te mueres por contar, ponte a ello. Lo único que debe preocuparte es elegir bien. Porque en estos casos es crucial saber escoger a la persona adecuada.
Escribir para otros también supone poner el alma en ese texto y hacerlo lo mejor posible para que esa persona alcance sus objetivos y se sienta orgullosa de esa obra.
En este tipo de trabajos es complicado encontrar a la persona ideal porque no siempre es fácil certificar los trabajos previos, así que es necesario tener ciertas garantías antes de decidirse.
Por otro lado, se puede pensar que se rompe una de las reglas de la literatura: no se puede escribir bien, si no sale de las tripas.
En este caso, ese profesional debe tener el don (aprendido o de serie) de sentir lo que tú sientes. Además, tiene un método para conseguirlo y le sale bien. Lo sé por experiencia.
De manera que vamos con las nociones fundamentales para que puedas escoger con conocimiento de causa.
Esto es fundamental. Todo debe ser claro, desde el primer momento. Es una decisión muy delicada.
El profesional debe acreditar una formación específica, aunque no pueda decirte qué libros ha escrito, debe tener obra propia y/o una reputada experiencia en escritura que, de alguna manera, certifique su saber hacer.
No solo es importante que escriba bien, sino que sepa adaptarse a lo que quieres. Es fundamental que el estilo y el tono cuadre con lo que buscas.
Y, en todo caso, puede enviarte muestras sin compromiso.
Alguien con experiencia en la escritura, tendrá un método propio de trabajo y será muy fácil seguir el proceso que te vaya marcando.
Cada tipo de historia o de libro requiere unos procesos diferenciados que se adaptan a lo que se quiere conseguir.
Por otro lado, debe hacer una estructura previa en la que puedas ver cómo va a organizar la historia (o la información) de la mejor manera posible. También es importante que sepa justificar por qué lo va a hacer así.
En estos casos, no sirve la brújula y es fundamental hacer un buen planning con todos los detalles donde se pueda comprobar que lo programado encaja con lo que quieres contar.
Así mismo, es básico enviar muestras continuas y periódicas (yo lo hago con cada capítulo o parte de la obra, dependiendo de lo que me pidan o veamos que es lo más conveniente). Desde el inicio al final.
Además de una estructura, debes recibir los tiempos que acotarán el proceso.
Cuando escribes un libro esto es muy relativo, pero un profesional tiene muy claro cuanto tiempo le va a llevar hacerlo y no suele equivocarse.
Así que no hay problema en hacer una previsión exhaustiva del proceso.
Este es otro factor clave. Contratar los servicios de un escritor, si es bueno, no va a ser low cost, no digo que sea prohibitivo, pero desde luego escribir un libro y hacerlo bien es algo muy delicado y que requiere de mucho esfuerzo y dedicación.
En este caso (y en casi todo lo relacionados con la escritura), no deberías regirte por el presupuesto más bajo, sino por el que más garantías te ofrezca y más justo sea con todas las partes. Aunque tengas que esperar un año más para hacerlo.
Si te dejas llevar por el precio, lo mismo nunca te atreves a enseñar aquello.
Y es que nadie en sus cabales será capaz de ofertar tamaña gesta a un precio por debajo de su coste.
Estas son las condiciones que, bajo mi punto de vista, debe cumplir un buen profesional que se dedique a escribir para otros, seguro que tú tienes otros puntos que añadir a la lista y estaré encantada de anotarlos aquí, si me los cuentas.
En resumen, si buscas la ayuda de un escritor de estas características, debes tener todas las garantías de que el proyecto llegará a buen puerto.
Y no perder de vista que es un proceso delicado que supone una inversión ajustada al resultado que buscas.
Hay errores al escribir una novela poco perdonables. Hoy me voy a centrar en cuatro de esos trucos horribles que dejan al lector con pocas ganas de seguir leyendo. Así que vamos a ver este puñadito indigesto para que lo destierres para siempre de tu prosa.
Para hacer este repaso, me voy a basar en una novela que leí hace un tiempo y que cometía, uno a uno, esos cuatro errores garrafales. Y eso no significa que sea una mala novela (aunque un poco sí), pero sería infinitamente mejor si el autor o sus editores (porque seguro que tiene varios como yo) lo hubieran evitado. La novela es La desaparición de Sthefanie Mailer, de Joël Dicker.
Me encantó en La verdad sobre el caso de Harry Quebert, luego también lo hizo él mismo cuando lo entrevisté algún año después. Sabe de qué habla y conoce a la perfección la técnica literaria que utiliza.
Fue una maravilla que alguien como él me leyera la mente en algunos casos. Ser editora supone que a veces no te entienda nadie cuando hablas de connotaciones extrañas o asociaciones rebuscadas. Sentir que un escritor como él también le da importancia a ciertos detalles, es genial, la verdad.
Por eso, y a pesar de que el resto de sus novelas no es que me hayan maravillado, me acerqué a La desaparición de Sthefanie Mailer con ganas y me desilusioné bastante porque encontré estos trucos baratos que para alguien como Dicker (y para cualquiera) considero innecesarios. Y cuando terminé de leer, la desilusión ya era enfado. Tanto como para saltarme una de las normas de este blog (no hacer críticas negativas). Y aquí estoy. No hay regla sin excepción. Vamos allá.
Rapidez lectora
Realmente, este autor ya no necesita publicidad, cuando aparecen sus libros en el mercado, se convierten en superventas al minuto, así que ya no se tiene que preocupar por eso demasiado. Y este puede ser un factor que haya influido para que esta novela tenga algunos errores nefastos.
La desaparición de Stephanie Mailer es una novela rápida, a pesar de sus 600 páginas. Al estilo Dicker. Una obra coral, con muchos misterios que resolver. Unos mejor formulados que otros. Ahora me explico.
Cuidado, spoiler potencial
Voy rápido para que no duela. No puede ser que un personaje narrado en primera persona, es decir, que lo sabe todo de su vida (y que no se ha dado un golpe en la cabeza ni tiene Alzheimer), se espere hasta el final del libro para contar ese hecho que le amargó la vida (a él y a todos sus compañeros).
Es que ni siquiera es un secreto, en la novela lo saben todos los relacionados con esa trama, todos, menos el lector. Ahí está el fallo.
Una de las leyes de la buena ficción es que los personajes nunca deben saber más que el lector, salvo en raras excepciones, en las que hay que afinar mucho para que la trama se sostenga. Máxime cuando el personaje actúa como narrador de su propia historia, es uno de los protagonistas y todas las miradas están puestas en él.
Es que no se sostiene porque cuando comienza a contar su vida ya sabe por qué es un desgraciado, no tiene sentido que vaya como alma en pena por el libro y solo cuente la causa de su infelicidad al final. Qué causalidad, ¿no? Cuando lo sabe desde el minuto uno.
Pues de casualidad nada, es un truco barato de escritores de libros malos que piensan que el lector se chupa el dedo. Nunca lo hagas.
Una primera persona de estas características debe ser leal con el lector. En el caso de querer mantener un secreto durante toda la trama, debe darse alguna circunstancia por la que esté más que justificado que no se cuente desde el principio, como el dato prioritario que es, para poder entender bien al personaje.
Si el lector no entiende qué diablos le pasa hasta el final, no puede hacer un buen arco del personaje, no puede empatizar con él ni profundizar.
Y si, encima, resulta que ese secreto no justifica el desarrollo del personaje, qué. ¿Entonces, qué hacemos? ¿Tiramos la novela a la basura, solo porque queríamos crear sorpresas a lo tonto me lo bailo? ¿En serio?
No hay nada peor que estar toda la novela pendiente de un hilo y que cuando descubres lo que pasa, te den ganas de ahogar al narrador, al personaje y a quién quiera que se ponga por delante. Si te lo cuentan desde el principio, están jugando limpio, puede ser que el personaje se desmonte igual, pero por lo menos no sientes que te han tomado el pelo.
Y qué hago yo aquí
Otro detalle que tampoco le viene bien a ninguna novela, y menos si es de intriga, es que le sobren tramas o que haya personajes pegote. Si las/os quitas, nada se destruye ni muta. Y, por supuesto, te das cuenta al final, después de invertir un tiempo ingente en leerte 600 páginas. Muy bien.
Y eso le pasa a esta novela, se extiende demasiado en contar historias innecesarias para la trama y marea de vez en cuando al lector. Que en una novela de estas características hay que marearlo un poco, pero jamás se debe dar cuenta.
Una de las razones: crear tensión en falso. Otra: que la novela tengas muchas más páginas de las que debería. Que no sé por qué hacen esto, la verdad. No lo entiendo.
Y que no me vengan con el MacGuffin de Hitchcock que no cuela. Que una cosa es un detalle sin importancia y, otra, desarrollar tramas y arcos de personajes que no van a ningún sitio.
Cortar escenas de un capítulo a otro
En tercer lugar, uno de esos trucos baratos que me ponen tan de los nervios que me dan ganas de chillarle a alguien a pleno pulmón. ¡Hombre, ya!
Cortar escenas clave de un capítulo a otro es una técnica muy torticera y horrible, lo mires como lo mires.
Entiendo que hay errores del escritor novel de los que nadie está a salvo, pero este, no.
Una trama bien hecha, con unos personajes consistentes, mantiene la intriga por sí sola.
Si tienes que hacer esto para que el ritmo se sostenga y la trama fluya, tienes más agujeros que un colador, así que plantéate comenzar desde cero que te irá mejor.
Si tu novela está bien hecha, sus escenas se bastan y sobran, completas en cada capítulo, para mantener la intriga del lector, porque no son las escenas incompletas las que hacen que siga leyendo, sino lo enamorado que está de tus personajes; los sigue sin mirar a dónde van.
Y eso sucede porque tu trama está tan bien montada que en sí misma es una delicia y el universo que has creado para el lector es tan perfecto que no quiere salir de ahí.
Preocúpate de conseguir esto y olvídate de cortar escenas, por favor te lo pido.
Falta de profundidad y estereotipos
Algunos de sus personajes, de la treintena que tiene, están muy estereotipados, lo que hace que no te los puedas creer. Aunque, eso sí, pasan tan deprisa que tampoco te da tiempo a pensarlo mucho.
En consecuencia, por ese mejunje de personajes, no es capaz de profundizar demasiado en la mayoría. El resultado, como pasa con esos tour de ciudad por hora de algunos viajes organizados: no consigues ver el trasfondo de muchas de las tramas.
Y este es un error poco perdonable, teniendo en cuenta que podría haber eliminado todas esas tramas que no van a ningún sitio (o casi todas), y haberse detenido un poco más en hacer un mejor arco de los personajes que sí tienen un papel consistente.
Los fuegos artificiales, generalmente, salen caros y en este caso es así.
La cima y sus dificultades
En honor a la verdad, al menos la mía, hay que decir que a pesar de todo esto (que desmonta cualquier novela), esta consigue que sigas leyendo.
Y se mantiene en pie a duras penas porque este autor conoce bien su fórmula particular de la adicción (manejo de los tiempos y estructura impecable) y la aplica sin piedad para que tengas que seguir adelante a pesar de que no te guste demasiado lo que estás viendo.
Hay que reconocer que todas las novelas de un autor no te pueden emocionar por igual, que todo el mundo tiene sus altibajos y que si estás en lo alto de un rascacielos, la caída puede ser gloria bendita, pero, no sé… Espero que en la última este autor no se deje llevar por el todo vale y afine un poco más. Ya te contaré.
Y para redimirme de esta somanta de palos, si aún no has leído La desaparición de Stephanie Mailer, decirte que lo hagas. Verás estos errores, ahora con claridad, y aún así te dejarás llevar por el estilo rápido y preciso de Dicker. Es entretenimiento puro y, a veces, demasiado duro. : – )
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