Cristina López Schlichting. Los días modernos
Cristina López Schlichting se ha estrenado en el mundo de la novela con una crónica de su casi adolescencia, protagonizada por Amelia, una niña de nueve años, casi diez, que reina en Los días modernos (Plaza & Janés).
Entrevista a Cristina López Schlichting
Cristina López Schlichting, además de tener una larga trayectoria como periodista y ser una cara conocida de la televisión, tiene dos libros ya publicados: Políticamente incorrecta (Temas de hoy) y Yo viví en un harén (La esfera de los libros). Aunque esta es su primera experiencia con la narrativa. Un mundo literario del que se ha quedado enganchada, según sus propias palabras. En la actualidad, dirige el programa Fin de semana, en la Cadena COPE. También, escribe dos columnas en La Razón y es contertulia en RTVE y 13TV.
En Los días modernos, conocerás a Amalia, una niña de nueve, casi diez, años que en primera persona te cuenta su vida cotidiana. A vueltas con «La Nancy», el primer amor y los misterios cada vez menos insondables de los mayores. Un alma curiosa que enreda e investiga. Y desvela una época en la que España se desperezaba de un tiempo negro, comenzaba a ver los colores del plástico y a creerse pudiente por comprar un piso a plazos. Un testimonio en forma de novela que te introducirá en paisajes muy conocidos, si naciste entre la década de los 60 y 70. Vecinas, amigos, colegio, juegos, solidaridad y buena gente.
Una nueva época
¿Cómo surgió la historia en tu cabeza y por qué la cuentas?
Porque durante muchos años viví con asombro que los relatos del Franquismo casaban muy poco con mi percepción de la realidad y yo había nacido en esa época. Una y otra vez, gente de mi propia generación reiteraba el miedo, el terror, el aislamiento o el hambre. Me di cuenta de que había una cierta impostura. El año 1959 y la llegada de Eisenhower a España marcan un punto de inflexión en el régimen. De manera que el relato de esta última época, las décadas 60 y 70, curiosamente, son apenas tratadas literariamente y quería hacerlo.
En esos veinte años nació una generación muy amplia, cuyos miembros son ahora protagonistas de la vida. La gente que vive entre los 45 y los 60 años y que sabe, perfectamente, que muchas cosas no se han contando. O se están contando de otra manera. Por ejemplo, en todo el primer Franquismo, España está, tremendamente, aislada y vive una miseria muy grande. De comerse los perros y los gatos en las ciudades o de cocer las mondas de patata. También se vive una enorme persecución y un atraso económico.
Amelia y su mundo
Pero en las dos décadas que he señalado, las de mi generación, vivimos atentos a las series norteamericanas, con la mirada en Eurovisión, nuestros padres comenzaron a poder comprarse el primer 600 o el primer piso a plazos. Socialmente, había una moda yeyé, los turistas llegaban a las playas y visitaban nuestro entorno. España, desde la llegada de los americanos, empieza a vivir de otra manera. Y hay un optimismo manifiesto que lo que demuestra es que el Franquismo cayó mucho antes de la propia Transición. Franco sobrevivió al Franquismo, de tal modo que era una especie de momia viviente, que es lo que percibe Amelia, la protagonista del libro.
El mundo discurría por otras coordenadas y, sin embargo, hay una cierta impostura social, porque asimilarse con la edad que yo tengo a la resistencia franquista es increíble. Yo tenía 10 años cuando Franco murió, de manera que me asombra escuchar a algunos jóvenes, algunos mucho más jóvenes que yo, decirlo. Lo que evidencia que hay realidades que no se habían contado.
Los detalles
El libro entonces es un testimonio de un cambio pero desde las pequeñas cosas…
Son estas pequeñas cosas las que estaban sin contar. Las que evidencian que la sociedad de la época ya había cambiado. Cuando la gente empieza a desechar la lana y el algodón y considera el último grito ponerse una falda de tergal. Cuando la gente pone plato de Duralex, aunque lleno de chorizos del pueblo, o sofá de escay, aunque lo adorne con tapetitos de ganchillo. Todo esto indica que la sociedad estaba abriéndose a una nueva forma de vida. Muy relacionada con Europa y los cambios del mundo. Diseño, nuevas modas… todo eso es la intrahistoria de esos años.
¿Cómo es tu proceso creativo, por dónde empiezas?
Lo primero, es fijar la perspectiva de la mirada, elegir un año o un periodo. Efectivamente, yo percibí que la inflexión se puede establecer, aunque es una convención, en el año 1959, con la llegada de Eisenhower. Entonces, me interesaban los niños que tuviesen conciencia de la realidad en aquellos años. Ahí apareció Amelia. Entre los nueve y diez años, la protagonista ya tiene capacidad para mirar al mundo y, sin embargo, está aún en la infancia. Me pareció que ese punto de vista podía determinar mucho las cosas y por eso elegí esa primera persona y ese personaje.
Personajes
¿Cómo construyes a Amelia y al resto de los personajes?
Está bastante estudiado todo antes de escribirlo. Es decir, yo hago una arquitectura de la novela que enlaza la trama con el entorno social y con el periodo histórico. De hecho, el libro se desarrolla entre enero del 1975 y enero de 1976 y va a ajustando la evolución de los personajes y de la trama a la evolución política y sociocultural del momento. Los personajes están supeditados a la trama.
Lo mejor y lo peor
¿Si tuvieras que elegir el mejor y el peor momento que te ha traído esta novela?
El mejor es el final porque para alguien que ha escrito tanto, pero nunca ha hecho narrativa, el desafío es la arquitectura de la novela, la expresión literaria y la emoción. Crear la magia. No tenía la certeza de ser capaz de hacerlo y, además, lo hice en la más absoluta soledad. Entonces, fue un momento increíble, cuando una vez terminada la novela, me di cuenta de que tenía planteamiento, nudo y desenlace. Y Amelia era tan vigorosa que yo misma me sorprendo de que exista. Entonces, digo, realmente, yo he sido capaz de dar a luz esto. Este fue el momento más sorprendente.
Y el momento más duro ha sido el de someter la ambición literaria al realismo. Lo que ha conllevado, cortar, cortar y cortar. Esta novela era el doble de lo que aquí ves y ha sido una higiene guiada por el editor. Por supuesto, con una obediencia por mi parte que solo es posible comprender cuando llevas cincuenta años en la vida y treinta de profesión periodística. Porque eres humilde y sabes que estás cruzando el umbral de una religión muy sagrada y que tú eres totalmente neófita.
Pero ha sido muy duro prescindir de enormes franjas de la novela, sobre todo, porque la primera persona te constriñe mucho. Una niña de 10 años te garantiza la frescura, pero te restringe mucho el universo. Para que el lector no se aburra tienes que tener cierta destreza. Es complicado cuadrar la visión que de su infancia tiene una mujer adulta. Sin, por ello, distorsionar la que tuvo a los 10 años. Ahí he tenido que sacrificar muchísimo.
Un buen libro para Cristina
¿Qué tiene que tener para ti un buen libro?
Para empezar, tiene que enganchar. Desde Henry James hasta Hermann Hesse, pasando por Stefan Zweig, los libros no se te caen de las manos. El argumento de que la buena literatura tiene que ser odiosamente aburrida es una enorme falsedad. La adicción al libro es el 50% del placer de la lectura y la razón por la que leemos es, exclusivamente, hedonista. Luego, a partir de ahí hay un respeto a la lengua, que desde la forma más modesta hasta la forma más creativa, ha de estar presente porque se produce un enorme placer al deslizarte por las palabras. Y, finalmente, si la novela es honesta te hace aprender. Da igual que sea una descripción costumbrista que una novela más compleja. El problema es cuando la novela es impostada, cuando es una mentira, entonces es un mero producto y no aprendes nada de ella.
¿Qué te gustaría que pensara el lector cuando acabe de leer esta novela?
Yo creo que el editor cuando conoció el texto inicial hizo una definición exacta de la novela. «Es una novela sin pretensiones, honesta, que describe muy bien una época. Muy divertida y con la que me he reído hasta las lágrimas». Él supo captar desde el principio lo que la novela es. Y yo agradezco, enormemente, dos cosas. Una, que la gente se reconozca en la época; y dos, que se divierta mucho.
El vicio de la escritura
¿Lo volverás a hacer?
Ah, por supuesto, ya está Amelia haciendo de las suyas en mi cabeza. Además, han aparecido dos o tres propuestas de otro tipo de novela. Yo he cruzado este umbral con mucha timidez, pero para mí supone una gran ilusión. Por lo que espero, sinceramente, que sea el principio de una vocación. Creo que es lo más hermoso que he hecho en mi vida profesional y he hecho cosas fascinantes, pero nada como esto.
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