3 errores garrafales que matan cualquier novela (y 1 de propina)
Hay errores al escribir una novela poco perdonables. Hoy me voy a centrar en cuatro de esos trucos horribles que dejan al lector con pocas ganas de seguir leyendo. Así que vamos a ver este puñadito indigesto para que lo destierres para siempre de tu prosa.
Errores al escribir una novela
Para hacer este repaso, me voy a basar en una novela que leí hace un tiempo y que cometía, uno a uno, esos cuatro errores garrafales. Y eso no significa que sea una mala novela (aunque un poco sí), pero sería infinitamente mejor si el autor o sus editores (porque seguro que tiene varios como yo) lo hubieran evitado. La novela es La desaparición de Sthefanie Mailer, de Joël Dicker.
Me encantó en La verdad sobre el caso de Harry Quebert, luego también lo hizo él mismo cuando lo entrevisté algún año después. Sabe de qué habla y conoce a la perfección la técnica literaria que utiliza.
Fue una maravilla que alguien como él me leyera la mente en algunos casos. Ser editora supone que a veces no te entienda nadie cuando hablas de connotaciones extrañas o asociaciones rebuscadas. Sentir que un escritor como él también le da importancia a ciertos detalles, es genial, la verdad.
Por eso, y a pesar de que el resto de sus novelas no es que me hayan maravillado, me acerqué a La desaparición de Sthefanie Mailer con ganas y me desilusioné bastante porque encontré estos trucos baratos que para alguien como Dicker (y para cualquiera) considero innecesarios. Y cuando terminé de leer, la desilusión ya era enfado. Tanto como para saltarme una de las normas de este blog (no hacer críticas negativas). Y aquí estoy. No hay regla sin excepción. Vamos allá.
Rapidez lectora
Realmente, este autor ya no necesita publicidad, cuando aparecen sus libros en el mercado, se convierten en superventas al minuto, así que ya no se tiene que preocupar por eso demasiado. Y este puede ser un factor que haya influido para que esta novela tenga algunos errores nefastos.
La desaparición de Stephanie Mailer es una novela rápida, a pesar de sus 600 páginas. Al estilo Dicker. Una obra coral, con muchos misterios que resolver. Unos mejor formulados que otros. Ahora me explico.
Cuidado, spoiler potencial
Voy rápido para que no duela. No puede ser que un personaje narrado en primera persona, es decir, que lo sabe todo de su vida (y que no se ha dado un golpe en la cabeza ni tiene Alzheimer), se espere hasta el final del libro para contar ese hecho que le amargó la vida (a él y a todos sus compañeros).
Es que ni siquiera es un secreto, en la novela lo saben todos los relacionados con esa trama, todos, menos el lector. Ahí está el fallo.
Una de las leyes de la buena ficción es que los personajes nunca deben saber más que el lector, salvo en raras excepciones, en las que hay que afinar mucho para que la trama se sostenga. Máxime cuando el personaje actúa como narrador de su propia historia, es uno de los protagonistas y todas las miradas están puestas en él.
Es que no se sostiene porque cuando comienza a contar su vida ya sabe por qué es un desgraciado, no tiene sentido que vaya como alma en pena por el libro y solo cuente la causa de su infelicidad al final. Qué causalidad, ¿no? Cuando lo sabe desde el minuto uno.
Pues de casualidad nada, es un truco barato de escritores de libros malos que piensan que el lector se chupa el dedo. Nunca lo hagas.
Una primera persona de estas características debe ser leal con el lector. En el caso de querer mantener un secreto durante toda la trama, debe darse alguna circunstancia por la que esté más que justificado que no se cuente desde el principio, como el dato prioritario que es, para poder entender bien al personaje.
Si el lector no entiende qué diablos le pasa hasta el final, no puede hacer un buen arco del personaje, no puede empatizar con él ni profundizar.
Y si, encima, resulta que ese secreto no justifica el desarrollo del personaje, qué. ¿Entonces, qué hacemos? ¿Tiramos la novela a la basura, solo porque queríamos crear sorpresas a lo tonto me lo bailo? ¿En serio?
No hay nada peor que estar toda la novela pendiente de un hilo y que cuando descubres lo que pasa, te den ganas de ahogar al narrador, al personaje y a quién quiera que se ponga por delante. Si te lo cuentan desde el principio, están jugando limpio, puede ser que el personaje se desmonte igual, pero por lo menos no sientes que te han tomado el pelo.
Y qué hago yo aquí
Otro detalle que tampoco le viene bien a ninguna novela, y menos si es de intriga, es que le sobren tramas o que haya personajes pegote. Si las/os quitas, nada se destruye ni muta. Y, por supuesto, te das cuenta al final, después de invertir un tiempo ingente en leerte 600 páginas. Muy bien.
Y eso le pasa a esta novela, se extiende demasiado en contar historias innecesarias para la trama y marea de vez en cuando al lector. Que en una novela de estas características hay que marearlo un poco, pero jamás se debe dar cuenta.
Una de las razones: crear tensión en falso. Otra: que la novela tengas muchas más páginas de las que debería. Que no sé por qué hacen esto, la verdad. No lo entiendo.
Y que no me vengan con el MacGuffin de Hitchcock que no cuela. Que una cosa es un detalle sin importancia y, otra, desarrollar tramas y arcos de personajes que no van a ningún sitio.
Cortar escenas de un capítulo a otro
En tercer lugar, uno de esos trucos baratos que me ponen tan de los nervios que me dan ganas de chillarle a alguien a pleno pulmón. ¡Hombre, ya!
Cortar escenas clave de un capítulo a otro es una técnica muy torticera y horrible, lo mires como lo mires.
Entiendo que hay errores del escritor novel de los que nadie está a salvo, pero este, no.
Una trama bien hecha, con unos personajes consistentes, mantiene la intriga por sí sola.
Si tienes que hacer esto para que el ritmo se sostenga y la trama fluya, tienes más agujeros que un colador, así que plantéate comenzar desde cero que te irá mejor.
Si tu novela está bien hecha, sus escenas se bastan y sobran, completas en cada capítulo, para mantener la intriga del lector, porque no son las escenas incompletas las que hacen que siga leyendo, sino lo enamorado que está de tus personajes; los sigue sin mirar a dónde van.
Y eso sucede porque tu trama está tan bien montada que en sí misma es una delicia y el universo que has creado para el lector es tan perfecto que no quiere salir de ahí.
Preocúpate de conseguir esto y olvídate de cortar escenas, por favor te lo pido.
Falta de profundidad y estereotipos
Algunos de sus personajes, de la treintena que tiene, están muy estereotipados, lo que hace que no te los puedas creer. Aunque, eso sí, pasan tan deprisa que tampoco te da tiempo a pensarlo mucho.
En consecuencia, por ese mejunje de personajes, no es capaz de profundizar demasiado en la mayoría. El resultado, como pasa con esos tour de ciudad por hora de algunos viajes organizados: no consigues ver el trasfondo de muchas de las tramas.
Y este es un error poco perdonable, teniendo en cuenta que podría haber eliminado todas esas tramas que no van a ningún sitio (o casi todas), y haberse detenido un poco más en hacer un mejor arco de los personajes que sí tienen un papel consistente.
Los fuegos artificiales, generalmente, salen caros y en este caso es así.
La cima y sus dificultades
En honor a la verdad, al menos la mía, hay que decir que a pesar de todo esto (que desmonta cualquier novela), esta consigue que sigas leyendo.
Y se mantiene en pie a duras penas porque este autor conoce bien su fórmula particular de la adicción (manejo de los tiempos y estructura impecable) y la aplica sin piedad para que tengas que seguir adelante a pesar de que no te guste demasiado lo que estás viendo.
Hay que reconocer que todas las novelas de un autor no te pueden emocionar por igual, que todo el mundo tiene sus altibajos y que si estás en lo alto de un rascacielos, la caída puede ser gloria bendita, pero, no sé… Espero que en la última este autor no se deje llevar por el todo vale y afine un poco más. Ya te contaré.
Y para redimirme de esta somanta de palos, si aún no has leído La desaparición de Stephanie Mailer, decirte que lo hagas. Verás estos errores, ahora con claridad, y aún así te dejarás llevar por el estilo rápido y preciso de Dicker. Es entretenimiento puro y, a veces, demasiado duro. : – )
Tienes toda la razón, Yolanda. Recuerdo que cuando me ayudaste con mi novela seguí tu consejo en cuanto al capítulo inicial, que prácticamente desvela la verdad de la historia, en lugar de guardarlo como elemento sorpresa para el final. Y muchos de los comentarios positivos que he recibido elogian esa sinceridad y aplauden que, desde el principio, sea honesta con el lector. En eso, como en todo lo demás, fuiste una magnífica ayuda.¡Gracias!
Hola, Adela, cuando hay buena materia prima es una delicia. Y ahora estás recogiendo todo ese esfuerzo y me alegro muchísimo. Un abrazo enorme y mil gracias por tu comentario.
Uno de los mejores artículos que he leído sobre el tema, es este, sin duda.
Mil gracias, Lia. Un abrazo.
Buenas!!
Pues resulta que eso del personaje en primera que no lo cuenta todo ocurre mucho.
Terminé hace poco el coleccionista de Fowles. Se supone que es una obra maestra, pero hace esto que dices. De hecho se supone que es el inicio del género «thriller psicológico».
Yo creo que no es del todo malo, siempre y cuando esa narración ocurra por algo. Es decir: oculto lo ocurrido por una razón a pesar de ser el narrador en primera.
Quiere contarlo tal cual le sucedió, por ejemplo.
Saludos.
Hola, Jorge, cuánto tiempo sin saber de ti, ¿qué tal todo?
Respecto al libro que comentas, no he leído, así que no puedo opinar, pero si es una obra de culto será porque tiene alguna justificación para que haga eso o que el resto de las variables que la componen compensan ese lapsus. Ya sabes, en literatura todo se puede, si descubres cómo hacerlo. Y no hay reglas de oro o muy pocas. Mil gracias por tu comentario. Un abrazo enorme.