Nora Sendo. El vértigo del silencio. Entrevista
Nora Sendo escribe de tal manera que no importa lo que cuente, te gusta estar en ese universo. Así sucede en El vértigo del silencio. Una novela que acaba de publicarse y que ya ha alcanzado su segunda edición.
Nora Sendo: «Me pasaba los días, las veinticuatro horas, rodeada de todos mis personajes»
El vértigo del silencio intenta sondear el alma humana para descubrir qué puede pasar para que una mujer sea incapaz de gestionar su vida conforme a sus creencias y convicciones.
Nora Sendo plasma una emoción tan abstracta como la contradicción, no solo de los seres humanos, sino la de una sociedad o un sistema político. El desasosiego de no poder llevar una vida acorde con nuestros ideales, las fuerzas internas o externas que nos presionan, las querencias, las traiciones, el dolor de la pérdida, la esperanza, la justicia o cómo gestionar una democracia son temas que se mezclan en el fondo de unos personajes que atan al lector las páginas de este libro.
Nora Sendo tiene una capacidad innata para crear tramas, su imaginación no tiene límites y su capacidad expresiva es excelente. Es capaz de plantear escenas tan vividas que parece que estén sucediendo en la vida del lector.
El vértigo del silencio es el resultado de una buena arquitectura narrativa y una obra creada desde el interior de su autora, que no atiende de modas o presiones. Nora Sendo muestra a unos personajes, a veces, descarnados y aterradores. La crueldad de una sociedad herida. Y al mismo tiempo, nos sumerge en el amor más puro.
Una delicia que leerás con ganas de que Nora Sendo comience a escribir una nueva novela.
La entrevista
Trabajar con Nora Sendo ha sido muy fluido, armonioso y lleno de recovecos en los que buscar nuevas formas de plasmar ideas. Una delicia. Os dejo con sus respuestas que también sondean en el interior del ser humano, sin tener miedo a decir lo que piensa y cuya principal motivación es que el lector también lo haga.
¿Qué te llevó a escribir El vértigo del silencio?
Aparte de que me gusta escribir por escribir, es una necesidad hacerlo para transmitir, para comunicar y compartir algo. Sobre todo, cuando ese algo se ha insertado en lo más profundo de tu ser.
En este caso en particular, un acontecimiento ocurrido hace algunos años me desconcertó, no lo esperaba y me dolió. Una contradicción interna se apoderó de mí y me quedé sin la capacidad de entender nada de lo que pasaba en mi interior. Mucho menos comprendí las reacciones de mis seres queridos.
Así que se me ocurrió una historia para plasmar en ella cómo en general las personas solemos anteponer nuestro sistema de creencias al amor y a la preocupación por aquellos que nos rodean. Nos cuesta escuchar y ponernos en el lugar del otro.
En ocasiones, parece que nos importa poco su sufrimiento o su felicidad, lo que, a veces, nos lleva a enmascarar nuestros comportamientos con una especie de hipocresía para quedar bien o, al menos, no salirnos demasiado de aquello que se considera en cada momento y en cada ambiente lo políticamente correcto.
¿Qué se va a encontrar el lector cuando abra sus páginas?
Una sociedad herida y dividida en la que no existen las fronteras. En la que cada parte, con la excusa de hacer el bien arremete contra la otra. Una mujer también herida y dividida entre dos mundos incompatibles. Paula, la protagonista, se mueve entre lo que más ama y lo que debe hacer.
Ella tiene unas obligaciones y un cometido importante en el gobierno. Su filosofía de vida está alineada con sus responsabilidades, pero choca frontalmente con aquello que siente. Está profundamente enamorada desde que era niña de alguien que piensa lo contrario y, no solo eso, también ve en ese hombre todo lo bueno de lo que podría ser capaz y no deja de pensar en la felicidad que se está negando a sí misma.
La novela se ambienta en un futuro próximo, ¿podría decirse que es una distopía?
Yo creo que es una realidad latente en nuestra sociedad. Es una ficción y, por tanto, no hemos llegado tan lejos. No sabría decir cuanto de probabilidad hay en que ocurra y que Europa se convierta en un modelo de países como los que aquí se describen, es decir, unos que abran las fronteras sin límites y otros que las cierren a cal y canto. En mi humilde opinión, puede que esta posibilidad se convierta o no en una realidad en un cincuenta por ciento.
¿Cómo has construido a tus personajes?
Cada personaje posee la esencia de alguien con quien he compartido pedazos de mi vida, en mayor o menor medida. Después he añadido matices de otros conocidos. Físicamente no los describo mucho, prefiero que sea el lector quien los imagine mientras bucea entre sus sentimientos, reacciones y comportamientos.
¿Tienes alguna rutina para escribir? ¿Algún truco que puedas contar?
Mucha imaginación. Lo que hago es llevarme una escena con uno o varios personajes a mi interior. Pueden pasar horas y días recreándome en ella: qué sienten, qué se dicen, cómo se ven, cómo interaccionan. Esto es increíble porque he llegado incluso a sentir emociones como si fueran reales, hasta el punto de llorar o reír si se daba el caso. Esto ha sido muy satisfactorio, al menos para mí. Sentir, emocionarse… Todo eso hace que te sientas tremendamente viva.
Luego, hay partes y personajes que han sido más complicados, obviamente. Aquellas escenas que no he vivido en la realidad y que he tenido que esforzarme mucho más para describirlas.
Esta es tu primera novela, ¿cómo resumirías la experiencia, desde que comenzaste a escribir hasta ahora que ya está el libro publicado?
Como la novela misma, llena de contradicciones. Primero pasé por una fase ardua en la que no me creía capaz de conseguir una buena historia.
Conforme iban pasando los capítulos, iba metiéndome en los personajes y, por supuesto, con las maravillosas directrices de Yolanda Barambio, cogí confianza en mí misma y comencé a disfrutar. No quería que aquello acabara. Ha sido como un sueño hecho realidad. Al final de la novela, cuando solo quedaban tres o cuatro capítulos, volví un poco a caer en el pozo de la desesperación. Creía que ya no podía exprimirme más.
En realidad lo que me pasaba era que quería acabar de una vez. Pero me sorprendí a mí misma, conseguí parar unos días, reflexioné y cogí una fuerza que en realidad no sé de donde vino, pero me hizo retomar la historia con mucha más creatividad de la que yo misma creía tener. Estoy muy orgullosa y creo sinceramente que es una buena historia.
De todo el proceso, ¿en qué parte has disfrutado más y cuál ha sido más complicada?
El final y el principio, lo he dicho antes, fue lo más complicado. En general he disfrutado en toda la historia. Me pasaba los días, las veinticuatro horas, rodeada de todos mis personajes y es muy difícil describir realmente el placer que eso produce, hay que vivirlo para saberlo. Esa experiencia me ha encantado.
¿Hay una segunda parte? ¿Tienes algún otro proyecto en mente?
Nunca pensé que esta novela tuviera una segunda parte, pero uno de mis hijos me propuso no solo una segunda, sino también una tercera. Y sí, es cierto, hay dos personajes que merecerían otras dos historias. Uno es el gran amor de Paula, y los motivos que le llevaron a pensar como piensa. Y el otro personaje es un secundario que me ha resultado fascinante y me atrapó: una inmigrante siria que tuvo que huir de su país porque hizo algo inconfesable y sus circunstancias la sumieron en un sufrimiento personal demasiado duro.
¿Qué te gustaría que pensara el lector cuando lea la novela?
Me gustaría que sintiera, que se dejara llevar por las emociones. Y, como dice Mafalda, no me importa lo que piensen los demás, si consigo que piensen, ya es suficiente.
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