Para qué sirve un prólogo
Para qué sirve un prólogo. Realmente, para poca cosa, en algunos libros es imprescindible, pero en la mayoría resta más que añade. Y en este post te explico por qué.
Para qué sirve un prólogo. Para qué se usa.
Lo primero es definir un prólogo, según la RAE, un prólogo es aquella parte de un libro que lo precede y que sirve de introducción a su lectura. Aquí te dejo el enlace.
Como bien indica su definición es un texto que sirve para introducir un libro; pero antes de seguir es necesario hacer una clasificación. No es lo mismo un prólogo para un libro de ficción o narrativa, que para un ensayo. En este último, muchas veces sirve para introducir o dar instrucciones y mejorar el aprendizaje del contenido que le sigue. El primero, casi siempre, por no decir siempre, es mucho mejor quitarlo. En contra de lo que pensaría Almudena Grandes, ya que le encantan los capítulos cero que, en realidad, son prólogos.
¿Y por qué hago la afirmación anterior?, pues porque una novela debe ser algo redondo, capaz de explicarse en sí misma, con las herramientas de su propia trama. Si tienes que explicar lo que vas a poner a continuación, hay algo que falla, seguro.
La trama de la novela debe ser capaz de explicar y justificar todos los huecos. Los personajes deben saber explicarse por sí mismos. El autor tiene no solo sus acciones y su habla, sino las acciones de los otros personajes para conseguir que el lector entienda cómo son sin tener que añadir más. De ahí que las descripciones deban ser medidas. Lo mismo ocurre con la manía de utilizar el prólogo para situar en el espacio y el tiempo la trama. Ella sola se debe valer y, en todo caso, para eso está la maquetación y las marcas de fecha y lugar para aclarar, si es necesario.
Funciones de un prólogo
Entonces, tenemos que con asiduidad el prólogo tiene tres funciones cada cual más absurda:
- Hacerle entender al lector con un tostón que nadie lee que el autor conoce a alguien famoso con prestigio, se supone. Esto tiene muchos peligros, véase:
- Que el libro sea un tostón como su prólogo y el supuesto prestigio del prologuista descienda hasta los infiernos.
- Que el prologuista no sea tan prestigioso y entonces el libro quede turulato después de tener que pasar por semejante afrenta. Es más, todos sabemos que el prestigio es muy volátil, hoy está y mañana a saber. Un libro debe ser universal. Creo que es para pensarlo ¿no?
- Otra función es hacerle entender al lector que lo que va a leer es la leche, lo más de lo más. Y digo yo, si te lo tienen que decir, no será para tanto. El lector es lo suficientemente listo para saber qué se va a encontrar ya con leer el índice. En los ensayos el índice es fundamental (Almudena también diría que también en las novelas, pero bueno).
- Explicar realmente lo que el lector va a leer a continuación. ¿Para qué?
En un ensayo, a veces, es necesario, siempre que se tenga que dirigir la lectura. Sin embargo, en una novela, creo que está de sobra. A no ser que quieras jugar con el lector y se trate de un prólogo de mentira y en realidad forme parte del libro.
Y para rematar, decirte que si el prólogo es un galeato, apaga y vámonos. Esta composición tiene como objetivo hacer una defensa a ultranza del libro. Si tu novela necesita de tal cosa y no es capaz de defenderse por sí misma ante el lector… mátame camión. Así de claro.
A grandes males… que sea corto
En definitiva, si te hace mucha ilusión poner un prólogo en tu novela (que tampoco soy nadie para sentar cátedra, que conste), hazlo. Eso sí, que sea corto, esté bien escrito y sirva para algo, deja el postureo para Instagram o Facebook. Vamos, que se justifique sobradamente, porque no lo va a leer ni el tato y cuando lo vea el lector pensará: ¡Ah! Uno más de esos. Sí, créeme, hay pocos prólogos que resistan la prueba del algodón.
Y hasta aquí mi disertación del prólogo. Seguro que a partir de ahora te lo vas a pensar un poco más. Aunque, como me refiero a ella en más de una ocasión en este post, tengo que decir que a una de mis escritoras preferidas le encantan los prólogos, capítulos cero, índices y epílogos. Claro, que hay que ser Almudena Grandes para hacerlo bien porque, encima, si no lo hace se le perdona.
Había un escritor de renombre que al escribir el prólogo para otro autor, lo aprovechó para hacer referencias a sus libros (…como por ejemplo en mi libro….. y también traté el mismo tema en mi libro a ….y es un tema abordado en mi otro libro….)
Puede que el autor novel se lo pidiera hacer gratis y el renombrado escritor se cobró en especie la oportunidad….
¿En serio? No me lo puedo creer. Qué ridículo más enorme, no por el novel, sino por el de renombre… en fin, ves, los prólogos los carga el diablo 🙂